Ayer, Viernes Santo, intenté
adentrarme (“conocer por dentro” de
S. Ignacio) en los sentimientos de Cristo Jesús, siguiéndole paso a paso, hasta
cronológicamente, mediante el Evangelio de Juan.
En España se habla más de la
Soledad de María, Ntra. Sra. de la Soledad. Esto me evoca lo que viví hace años
en Manresa, durante el mes de ejercicios. Una vez sepultado Jesús, yo me preguntaba:
¿Qué haría su Madre? No me la imagino
llorando al lado del sepulcro como la Magdalena, ni corriendo de prisa a
comprar ungüentos para embalsamarlo mejor, como las piadosas mujeres. Yo la veo
dolorida, pero serena, viviendo la voluntad
de Dios en ese momento. Tenía vivas en su mente las palabras-testamento de
Jesús: “Mujer, ahí tienes
a tu hijo”. Juan sigue fiel a su lado y ella: “¿Dónde está tu hermano
Santiago?” “Huyó como todos”. “¿También Pedro? ¿Dónde está ahora?” “Llorando
arrepentido su triple negación”. “Vamos
a buscarlos” Y si “el primer día de la semana” (Pascua Cristiana), Jesús los encuentra
reunidos en el cenáculo, ¿no sería gracias a María, Madre de la Iglesia naciente,
que había comenzado a ejercer su misión de Madre de la Unidad?
Después se quedaría SOLA, “Nuestra Señora de la
Soledad”, la soledad de María… También hoy me gustaría adentrarme (“conocer por dentro”) los sentimiento de
María… Sola, físicamente sola, sola sobre todo en la fe. (“Nosotros creíamos que sería Él…; pero lo mataron”).
Tras una interminable jornada de
soledad, de incertidumbre, de espera, Jesús resucita y se manifiesta, por
etapas, a sus discípulos. ¿Y a su Madre? Me encanta un himno de la “Santa Liturgia”
de nuestros hermanos de la Iglesia de Oriente. Las mujeres corren a darle la
noticia, y ella: “Yo ya lo sabía”. “¿Quién te lo ha dicho?”
“¡Él mismo! ¿O es que habéis olvidado su reiterada promesa que al tercer día
resucitaría?”
Soledad de María, Ntra. Sra. de la
Soledad, aumenta nuestra fe en la resurrección de tu Hijo.
Joaquín Martínez Vega, o.m.i.
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