Claudio, has vuelto a Italia, pero no de
vacaciones…
He venido por unos días, sólo una semana, y
para trabajar. Estamos preparando el capítulo general, que iniciará en
septiembre de 2016. Será un capítulo un tanto especial, porque coincide con el
bicentenario de la fundación de nuestra congregación. Ésta es la tercera vez
que nos reunimos los miembros de la comisión pre-capitular. Somos tres: un
alemán, un nigeriano que está en Sudáfrica, porque es el secretario de los
Superiores mayores de la congregación en toda la región de África, y un
italiano que trabaja en Tailandia. Éste soy yo.
Creo que eres el jefe de este grupo, el Comisario
del capítulo…
Bueno, el jefe es el P. General. El primer
Asistente general, Cornelius Ngoka, hace
de lazo de unión con la administración general y suple al P. General cuando
éste está fuera, como esta vez.
Misionero en tierras lejanas. ¿Cómo surgió en
ti la idea de ser misionero?
Bueno, la motivación de mi vocación no fue la
misión. Me hallaba al final de mis estudios de enseñanza superior y me
preguntaba qué haría después. Comprendí que lo más importante no era escoger
yo, hacer un proyecto personal, lo realmente importante era saber cuál era el
proyecto de Dios para mí. En esta búsqueda y discernimiento me pareció
comprender que lo primero que me pedía Dios era dejarlo todo y seguirle. Había
llegado el momento de decidir. Así entré en los Oblatos.
Y como los Oblatos son misioneros, las
misiones…
A decir verdad, a mí no me interesaba la
misión, no era la prioridad de mi opción. La misión vendría después. Lo único
que realmente me interesaba era (lo
recalca) seguir a Jesús, y como formaba parte de un movimiento juvenil que animaban los Oblatos, hice la
experiencia de comunidad en su Centro Juvenil. Después seguí el itinerario
formativo normal: noviciado, escolasticado… Todo esto en la provincia oblata de
Italia. Una vez que hice los votos perpetuos y antes de ser ordenado, hice una
experiencia misionera en Filipinas, dos años. Allí fui ordenado diácono. Volví
a Italia para la ordenación sacerdotal, con miras a regresar cuanto antes a aquella
misión. Sólo que el Provincial me dijo que tenía que ampliar estudios e hice
una licenciatura en teología dogmática. Esto me retuvo en Italia unos años más;
pero yo seguía pensando volver a Filipinas o al menos a un país asiático. La
misión en Asia era mi deseo. Presenté mi petición oficial al General para que
me diera el primer destino y le manifesté ese deseo. El P. General era entonces
Marcelo Zago, que sería después Arzobispo Secretario de las OMP. Había sido misionero
en Laos y una de sus insistencias era que la misión de la Iglesia estaba en
Asia sobre todo. Me preguntó si estaba dispuesto a ir a la misión de Tailandia.
Así fue como recibí mi “primera obediencia”, como decimos nosotros, para ese
país.
No serías el pionero…
No. Cuando yo llegué los Oblatos ya habían
celebrado 25 años de presencia en Tailandia. El próximo año celebraremos los 50.
Yo llevo allí solamente 22.
¿Motivo por el cual fueron los Misioneros Oblatos
a Tailandia?
Nuestra presencia en Tailandia fue motivada
por una necesidad concreta, como apoyo para la provincia oblata de Laos. Por
aquella época los misioneros destinados a Laos tenían que pasar por Bangkok y
por lo general se detenían allí un tiempo para estudiar el idioma. En Laos no
había escuela de idiomas y en Bangkok sí. Y como el tailandés y el laosiano son
dos idiomas parecidos, algo así como el italiano y el español, aprendiendo el
tailandés tenían una base para abordar el laosiano, que aprendían después en
contacto con la gente.
Yo creía que la llegada de los Oblatos a
Tailandia había sido para acompañar a los cristianos laosianos que huían de su
país y eran acogidos en campos de refugiados.
No, no. Antes de eso ya regían alguna parroquia
en Bangkok. Al principio se hospedaban en casa de otros religiosos. Pero
después consideraron que era conveniente tener allí un punto de apoyo para
Laos. Si se necesitaba ir al hospital, por ejemplo, había que acudir a Tailandia,
país más desarrollado que Laos. Así pues se decidió enviar al P. Fortin,
misionero francés que estaba en Sri Lanka y había llegado a Roma para la
preparación del capítulo general de 1966. Fue destinado como superior de una
nueva casa la cual, sin embargo, dependía de Laos.
Creo que Tailandia es un país budista casi al
100 %.
Tradicionalmente ser thai se identifica con
ser budista. Los tailandeses, en un 95 %,
son budistas. Además el budismo es muy practicado y sentido, aunque en estos últimos años ya comienza a sentirse
la influencia del secularismo, por lo que la religión ya se considera menos
importante; pero no podemos olvidar que en Asia hay un fuerte sentido de
espiritualidad y no se puede prescindir de la dimensión religiosa.
En ese contexto budista, ¿hay espacio para la
evangelización? En concreto, los Oblatos ¿qué hacéis ahí?
Hemos hecho diversas cosas. Al principio se
insertaron en la Iglesia local y su labor era principalmente la pastoral
parroquial. Pero al desaparecer la Provincia oblata de Laos, con la expulsión
de todos los misioneros, en 1975, se dieron cuenta que, si querían seguir en
Tailandia, era necesario tener una inserción más realista. Ya no se trataba de
apoyar la misión de Laos, había que buscar nuevos ministerios in situ. No
relato la historia de todo este proceso, sería muy larga. Actualmente
trabajamos en diversas parroquias de diócesis distintas. Hay diez diócesis en
Tailandia y nosotros trabajamos en tres. Digamos de paso que el concepto de
parroquia es muy distinto del italiano o español, porque tenemos parroquias en
las que la comunidad cristiana no supera los cincuenta miembros, así que, más
que parroquias, tendríamos que llamarlas meras estaciones misioneras de primera
evangelización. Pero además de esto, los Oblatos trabajan en tres ámbitos más.
El primer campo es el social, sobre todo con
los inmigrantes que llegan desde la misma Indochina: Laos, Myanmar (ex
Birmania), Camboya, Vietnam, etc. buscando fortuna en Tailandia. Estos últimos
años nos han llegado muchísimos de Paquistán. Se trabaja también con los que
entraron en el país de un modo ilegal y que han terminado en las cárceles de la
inmigración. Un oblato trabaja ahí dentro.
Otro campo es el ministerio con los gmong.
Los gmong son una etnia presente en varios países del Sudeste asiático, también
en Tailandia. Es un pueblo numeroso, seis o siete millones; pero no tienen patria
propia y por eso, en los diversos países donde viven: Laos, Vietnam, Sur del
China, Tailandia y en diáspora por América del Norte y del Sur, Francia… son
siempre una minoría y, como suele ocurrir con las minorías, son perseguidos y
explotados.
¿En qué consiste vuestra labor con el pueblo
gmong?
La labor de los Oblatos con los gmong ya
había comenzado en Laos. Un oblato francés, el P. Yves Bertrais, por ejemplo,
inventó su escritura, porque no existía la escritura gmong, su lengua y cultura
se transmitían sólo oralmente. En la actualidad, entre otras cosas,
producimos programas radiofónicos que se
retransmiten por Radio Véritas de Filipinas y se oyen en todo el sudeste
asiático. Todos esos países logran conectarse. Los programas los elaboramos en
Tailandia y luego, vía Internet, los enviamos a Filipinas y ellos los lanzan en
las ondas. También editamos para ellos dos revistas semestrales, una de cultura
general y la otra religiosa, cristiana, que se distribuyen por los diversos
países donde viven los gmong. También hemos editado varios libros. Además, como
es lógico, estamos insertados entre la gente gmong, vivimos por los pueblos y aldeas donde
viven ellos, y así hacemos labor de evangelización.
¿Ejercéis otras actividades apostólicas o
eclesiales?
Por supuesto, y éste sería el tercer ámbito. Ejercemos otras tareas muy variadas al servicio de la Iglesia local. Yo mismo, por ejemplo, desde hace varios
años, prácticamente desde que llegué, trabajo en el campo de la formación, de
la formación del clero local sobre todo, en la etapa de la primera formación:
he sido director espiritual del seminario durante unos 10 años. Pero trabajo
también en la formación continua de los sacerdotes. Estoy en la Comisión
Episcopal del Clero para este cometido. Del punto de vista teológico, formo
parte de una Comisión Teológica de la Conferencia Episcopal y represento a la
Conferencia de los Obispos de Tailandia en la Comisión Teológica de las Conferencias
Episcopales de la región.
Cuando yo visité Bangkok me llamó la atención
la pujanza del seminario diocesano. Dinos algo sobre él.
Bueno, el seminario, aunque está ubicado en
Bangkok, no es diocesano, es el seminario nacional, de toda la Conferencia
Episcopal. No hay más seminarios en todo el país, ni siquiera los religiosos
tenemos seminarios propios. Van todos a ese seminario nacional. La Iglesia en
Tailandia es pequeña. No compensa multiplicar los seminarios.
¿Hay vocaciones nativas?
Ahora han disminuido; pero, en el pasado, en
mi opinión, había demasiadas en proporción al número de católicos. Es fruto de
la cultura local. Una razón es porque, como dije antes, la dimensión religiosa
es muy viva. Por otra parte, en Tailandia es habitual para todo varón hacer una
experiencia religiosa. En el monaquismo budista era normal (ahora no tanto,
debido al sistema de estudios y por razones de trabajo), que todo varón, antes
de casarse, pasara un tiempo en el monasterio: un mes, seis meses, un año… como
monje budista.
Y esa será la cantera de bonzos
Sí, en el budismo, cuando tú te presentas
para ser monje, te ordenan enseguida. No hay un pe-ríodo de preparación, porque
es una elección de vida personal y si yo me presento, me pongo de acuerdo con
el abad del monasterio y sin más se hace la ordenación de monje. La formación
prosigue después, si uno se queda. Algunos deciden quedarse de por vida; pero
en el monasterio budista no existe una institución a la que haya que recurrir
para salirse. Lo decido yo, cuelgo el hábito, me visto de laico, de civil y
todo termina ahí.
¿Cómo es la coexistencia de los cristianos en
ese contexto budista?
Generalmente la coexistencia es pacífica. No
hay conflictos religiosos. A veces los cristianos del lugar pueden notar una
cierta discriminación en su propio contexto social. La Iglesia, aunque el
episcopado sea local, aunque la mayor parte del clero sea local, se la
considera extranjera. Hay algunos religiosos de fuera; pero en Bangkok por
ejemplo, hay 100 sacerdotes diocesanos y casi todas las parroquias las regentan
ellos. Sólo hay dos párrocos religiosos, uno es oblato.
¿Cómo se ve a la Jerarquía católica, se la
respeta?
Ah, sí. El anterior Cardenal fue Arzobispo de Bangkok durante 36-37 años y
por eso era muy conocido y muy estimado, muy apreciado también por la familia
real, que es una institución importantísima para la vida tailandesa. El Arzobispo
actual, también Cardenal, es muy reciente, pero también está bien insertado,
tiene su influencia y es estimado y apreciado.
¿Cómo concibes el misionero en el hoy de la
Iglesia y del mundo?
En estos últimos años, a mi modo de ver, la
misión está cambiando de estilo. Antes el misionero llegaba a uno de esos
países llamados “de misión” donde la Iglesia no estaba presente para nada. Había
que implantarla. Hoy en cambio casi por todas partes hay una Iglesia local.
Entonces la presencia del misionero es diversa, hay que entrar de puntillas y
ponerse al servicio de una Iglesia local concreta para lo que te hayan pedido.
Si antes el misionero tenía gran protagonismo, ahora estamos llamados a ser una
presencia más discreta, a ser como un trasfondo sobre el cual pueda resaltar la
Iglesia local. Si nos ponemos a servir a esa Iglesia concreta con esta actitud,
sin pretender ser la “prima donna”, sin
protagonismo, con mucha disponibilidad, podremos serle útiles.
Laos ahora, para los Oblatos, depende de la
Delegación de Tailandia. Como sabes, es inminente la beatificación de los 17 protomártires
de Laos. Seis eran oblatos. Uno de ellos, Mario Borzaga, ha escrito un libro
muy conocido y apreciado: “Diario de un hombre feliz”. ¿Tú dirías
lo mismo, te consideras un hombre feliz en Tailandia?
(Sonríe). Sí, sí. Llevo 22 años allí. Si uno no es feliz no se queda tanto tiempo en el
mismo sitio. Esto no quiere decir que no haya dificultades, pero la felicidad
no depende de que todo vaya bien, sobre ruedas, uno es feliz porque ha
descubierto que está donde debe estar.
Muchas gracias, padre Claudio.
Joaquín Martínez Vega o.m.i.
Muchas gracias, padre Claudio.
Joaquín Martínez Vega o.m.i.
Diálogo inter-religioso: El Maestro budista thai "Luz Ardiente" en Loppiano
con Piero Coda, Rector del Instituto Universiario Sophia
con Piero Coda, Rector del Instituto Universiario Sophia
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