Para este Jubileo
especial establecido por el Papa Francisco, el comentario que Chiara Lubich
hizo en 2005 a dos cartas que ella había escrito en los años 40 abre a una
confianza ilimitada en Dios que es Perdón.
“Cree, cree en el Amor: Si dio todo por ti, perdonó todo desde el primer momento en que vio tu pesar. Deja de lado los escrúpulos. ¿No crees que Jesús es capaz de perdonarte, después de que por ti fue abandonado en la cruz? (11.01.45).
“Sé que caerás. Yo también caigo a menudo, es más,
siempre. Pero cuando levanto la mirada hacia Él, y lo veo incapaz de vengarse
porque está clavado en la cruz por un exceso de Amor, me dejo acariciar por su
infinita Misericordia y sé que sólo ella debe triunfar en mí.
¿Para qué, si no, sería infinitamente
misericordioso? ¿Para qué, si no fuera por nuestros pecados?” (Agosto ’45).
Para unirnos a Jesús (…) tenemos un solo medio:
nuestros pecados.
Es necesario quitar del alma cualquier otra idea. Y
creer que Jesús se siente atraído por nosotros solamente por la exposición
humilde, confiada y amorosa de nuestros pecados.
Nosotros, por nuestra parte, no tenemos y no
generamos más que miserias.
Él, por su parte, en cuanto a nosotros se refiere,
no tiene más que una cualidad: la Misericordia.
¡Nuestra alma se puede unir a Él solamente cuando
se le ofrece como regalo, como único don, no las propias virtudes, sino los
propios pecados!
Porque el alma que ama conoce los gustos del amado,
y sabe que Jesús vino a la Tierra, se hizo hombre, y en lo profundo de su
corazón humano divino anhela sólo una cosa: ¡hacer de Salvador, hacer de
Médico! no desea más que esto.
“Fuego he venido a traer sobre la Tierra y qué
quiero sino que se arda?”
¡Es un fuego devorador el que ha traído, y sólo
quiere devorar miserias, encontrar miserias para consumirlas!
¡Oh Jesús mío, Tú conoces mi incapacidad! Pero Tú
puedes obrar el milagro: atrae a estos dos corazones para que comprendan
profundamente tu Misericordia!
¡Yo sé que el peso de tu Misericordia, que es
desconocida, te oprime el corazón, porque tienes una riqueza infinita para los
hombres, que podría santificar a todos, y nadie sabe aprovecharla para tu Gloria!
Jesús, Jesús: haz de estos corazones Cirineos que
te ayuden a llevar el peso de tu Misericordia y pasen por el mundo
distribuyéndola a manos llenas a todos los corazones, para que impactados todos
por tu inmenso Amor sepan cuál es el Camino para llegar a Ti, la mayor felicidad!
Recojan cada imperfección, cada sentimiento
imperfecto, cada fruto de la propia humanidad, y ¡ofrezcan todo a Él!
Con humildad (= conscientes y seguras de que, por
su parte, ninguna otra cosa tienen para darle).
Con amor (= con el alma totalmente orientada al
Amado: seguras de que Él las mira con un amor que crece tanto más cuanto más le
confiesan todas las sutilezas de su mal y castigan más sutilmente el amor
propio).
Con confianza (= segurísimas de que nada desea más
que ‘ser Salvador’, que aprovechar su Sangre, ¡que santificarlas! De hecho,
¿para qué serviría su Misericordia si no encontrara miserias? ¡Jesús, Misericordia,
no desea más que miserias!)
Creamos.
Debemos encender en nosotros la fe en su
Misericordia.
Debemos poner en práctica esta fe, en cada momento.
Concluyendo:
Unámonos a Dios así:
a) Con la confianza (creo-conozco-sé y vivo de
acuerdo a mi fe en su Misericordia)
b) Por medio de nuestras miserias (recogidas en
cada momento y ofrecidas con humildad, confianza y amor).
¡Oh, entonces, cuántas, cuántas gracias del Cielo!
¡Cómo abrirá Jesús su costado santo y dejará caer la lluvia del milagro! Él
trabajará en nosotros y en lugar de cada miseria dejará una llama de amor por
Él”. (03.10.46)
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