A mediados de julio, debido a un dolor insoportable en el
tórax, tuve que acudir con urgencia al
hospital más cercano. Tras dos semanas internado en un hospital de Roma (¡qué tiempo perdido
inútilmente!) y tras varias pruebas, incluida la biopsia, con el visto bueno de
mi superior mayor, decidí trasladarme a Madrid para ponerme en otras manos más
expertas e intentar frenar la metástasis de un cáncer galopante. Aquí, tras dos
meses (julio y agosto) sometiéndome a sesiones de quimioterapia, el oncólogo, para
comprobar el resultado del tratamiento, supongo, me mandó hacer un TAC y antes
de ir a recoger los resultados del mismo me llamaron urgentemente para ser
internado. ¿Causa de la alarma? Una trombosis en el pulmón derecho, el más
afectado por el cáncer.
Ante ese cuadro clínico, mis superiores mayores de la
administración general vieron que lo prioritario era mi salud y decidieron que
no volviera a Roma para seguir en la formación de nuestros jóvenes oblatos del
IRS (Escolasticado Internacional Romano).
La alternativa era darme una nueva “obediencia” (misión o
destino). El P. General, en sintonía con el talante actual, quería hacer un
discernimiento conmigo antes de tomar una decisión. Para mí estaba claro: Si
hasta ahora la voluntad de Dios “manifiesta” (prevista) para mí era Roma, ahora
la voluntad de Dios “de beneplácito”
(imprevista), como la llamaban algunos Santos, era claramente otra. El
discernimiento, por mi parte, estaba hecho.
Me dio la “obediencia” para la Provincia Mediterránea, nueva
“unidad oblata” resultante de la unión de las anteriores provincias religiosas
de Italia y España con sus respectivas delegaciones o misiones: Senegal, Guinea
Bissau, Uruguay, Venezuela, Rumanía y Sáhara. Ahora estoy a la espera de otra
nueva obediencia, la del P. Provincial, para que me asigne a una comunidad
local concreta.
¡Muchísimas gracias, P. Luis!
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