¡Cristo ha resucitado! ¡De verdad ha resucitado! Este es el saludo de Pascua entre nuestros hermanos de todas las Iglesias de
Oriente. ¡Cuántas veces lo oí en Rumanía! -Xristos a reînviat! -Adevârat a reînviat! Esta verdad es el núcleo central de la fe cristiana.
Juan, el Discípulo Amado, dice que María Magdalena volvió asustada a anunciar a
los discípulos que había desaparecido el Cuerpo de Jesús. También las pías
mujeres, por de pronto, sólo vieron la piedra removida y el sepulcro vacío. El Discípulo Amado corrió
con Pedro para averiguar lo ocurrido. Llegó
al sepulcro, vio y creyó (Jn 20, 8). Pero ¿qué vio? ¡El sepulcro vacío! Creyó
sin haber visto todavía a Jesús resucitado.
Pienso que lo mismo hizo María, la primera “Cristiana”, que
al anuncio de las otras Marías replicó: “-Yo ya lo sabía”. “-¿Quién te lo dijo?” “-Él”.
También aquí: Dichosa tú porque has creído lo que te dijo
el Señor (tu Hijo).
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