Ante la inminente publicación de un nuevo número de la revista OBLATIO
sobre los Oblatos artistas, el P. Fabio Ciardi, su director, me confió la
redacción de un artículo que ofrezco como primicia a continuación.
Fernán Coronas
Con el resurgir del bable o lengua asturiana, el P. Galo, se ha puesto de moda en Asturias. Se le reconoce, incluso oficialmente, como el promotor y autor más cualificado de esa lengua y cultura. Con gran sensibilidad poética, escribió en castellano varios poemas de contenido religioso. Pero tanto en su permanencia en Bélgica, Francia, Italia y el País Vasco, como sobre todo en su última etapa en Asturias, escribió sobre todo en bable y compuso en esa fala astur gran parte de sus escritos literarios.
En bable o asturiano
Las primeras composiciones del padre Galo en bable datan de los años 1909-1910 y
están motivadas en algunos casos por la nostalgia que siente lejos de su Cadavedo (Señaldá, Carta).
En otras lenguas y traducciones
Fernán Coronas
Galo Fernández OMI
Fernán Coronas es el seudónimo del P. Galo Antonio Fernández y Fernández Cantera, OMI. El P. Galo nació en Cadavedo (Cadavéu en bable) el 7 de agosto de 1884,
en una parroquia del concejo de Valdés, a 18 km. de Luarca, costa occidental
del Principado de Asturias. Era el hijo menor de un policía y una campesina, de
cuya unión nacieron tres varones.
En 1954
Cadavedo ganó el concurso provincial como el Pueblo más bonito de Asturias. Así
pues no es de extrañar que el P. Galo estuviese tan enamorado de su pueblín. Cuando nació Galo, la
población no llegaba a 400 habitantes. Aunque a la vera del mar, la gente, más que de la pesca, vivía de la
agricultura y la ganadería.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX aquella
comarca sufrió una fuerte hemorragia migratoria hacia América del Sur. Los dos
hermanos del P. Galo serían arrastrados por esa corriente.
Cadavedo es hoy uno de los rincones más selectos de
Asturias preferidos por el turismo.
Galo era todavía un preadolescente, 13 años, cuando, en
1897 salió de su pueblo para ingresar en el juniorado o seminario menor de los
Misioneros Oblatos de María Inmaculada ubicado en la localidad guipuzcoana de Urnieta,
cerca de San Sebastián. Allí hizo los estudios secundarios y después el
noviciado, terminado el cual, profesó como religioso en 1903. Tenía 19 años.
La Congregación de los Misioneros Oblatos acababa de
implantarse en España y, careciendo aún de suficientes estructuras académicas,
los candidatos al sacerdocio salían fuera de la propia patria para estudiar la
filosofía y la teología. Esta circunstancia obligó a Galo a vivir en otras ciudades
y países europeos: Lieja (Bélgica), Turín (Italia), Aix de Provenza (Francia)…, brindándole la oportunidad
de conocer otras culturas y aprender nuevos idiomas.
Ordenado sacerdote, vuelve a España y formará parte de la
comunidad del noviciado oblato de Las Arenas (Vizcaya). Pero, debido a la
situación familiar (su madre anciana, enferma y sola), viajará con frecuencia a
su pueblo natal, donde al final permanecería largo tiempo, atendiendo a la
madre y colaborando pastoralmente con el párroco de Cadavedo y al de algún
pueblo vecino. Su caminar cotidiano se reducía de casa a la iglesia y de la
iglesia a casa. El Arzobispo d Oviedo le
ofreció una capellanía en un pueblo cercano y esto aliviaría su precaria
situación económica. En su terruño le sorprendió la revolución de Asturias de
1934 y la guerra civil de España (1936-1939).
Acompañó a su madre hasta su muerte, le dio religiosa
sepultura y, único miembro de la familia, presente en España, tuvo que ocuparse
de todos los trámites y exigencias legales post
mortem. Vivió piadosa y pobremente, con serios problemas de salud, y murió
en un hospital-asilo de Luarca el 28 de enero de 1939.
Su ánimo sentimental, un tanto pesimista y doliente, se
refleja, por ejemplo, en el poema de
“LA INCLA INTERIOR”:
“LA INCLA INTERIOR”:
Escurézseme
outra tarde
Desta
mi vidina breve:
Tou
solín na mi solana
Cula
lluz del sol que muere,
Ascuitandu
que aquí en dientru,
Nu
mieu peitu, sonan guelpes:
Diz
que son las martelladas
D’un
martiellu persistente
Que
martiella ya esmartiella,
Ya
de día, ya de nueite.
Sin
parar ta clabuñandu
La
gadaña de la muerte.
Filólogo, gran promotor del bable,
Reconocido como el primer poeta auténtico
en lengua asturiana
Con el resurgir del bable o lengua asturiana, el P. Galo, se ha puesto de moda en Asturias. Se le reconoce, incluso oficialmente, como el promotor y autor más cualificado de esa lengua y cultura. Con gran sensibilidad poética, escribió en castellano varios poemas de contenido religioso. Pero tanto en su permanencia en Bélgica, Francia, Italia y el País Vasco, como sobre todo en su última etapa en Asturias, escribió sobre todo en bable y compuso en esa fala astur gran parte de sus escritos literarios.
Su obra poética
En este apartado,
a falta de documentación más fehaciente, me sirvo de cuanto aparece en Internet.
Recurro sobre todo a la enciclopedia libre Wikipedia,
pues, en lo que yo puedo controlar con mis escasos conocimientos, me parece
suficientemente fiable.
En castellano
Los poemas más antiguos del P. Galo se remontan a los
primeros años del siglo XX y están escritos en castellano. Buena
parte de ellos se publicaron en Madrid en
1915 con el título de Cantares
floridos. Otros aparecieron en la revista oblata La purísima.
Hacia 1918 empezó
a redactar su Poema a
Covadonga, del que hubo varias versiones. La última, de 1925, presenta un poema organizado en siete
libros, de dos partes cada uno, que corresponden a los siete siglos de la Reconquista española. Ésta arrancó precisamente con la batalla de
Covadonga. De ahí el dicho de algunos asturianos fanfarrones: “Asturias es
España; el resto, tierra conquistada”.
Parece que el P. Galo tenía la intención de escribir una
versión de este poema en asturiano. De este posible proyecto sólo se conocen
tres poemas: El monxu ferreiru, Lus escudus van veláus y Las
siete doncellas encoronadas.
En 1924 publicó
en Madrid otro libro en castellano, en este caso en prosa. Lleva por título Un lirio del valle, y narra la
vida de una religiosa, María Teresa Eguilegor (1901-1909), muerta a los 19
años.
En bable o asturiano
Las primeras composiciones del padre Galo en bable datan de los años 1909-1910 y
están motivadas en algunos casos por la nostalgia que siente lejos de su Cadavedo (Señaldá, Carta).
En los años 1920, ya realiza la
mayor parte de su obra en asturiano y se ve más patente su voluntad de revitalizar
la llingua por medio del cultivo literario y los estudios filológicos.
Muchos de estos poemas tienen una temática religiosa,
especialmente los incluidos en el Viacrucis
valdesanu o los dedicados a
la Virgen de la Regalina (A la nuesa Virxinina, A la Regalina, Vírxene de mayu...)
En otros poemas aparece la temática patriótica, con la
reivindicación “identitaria” de una Asturias adormecida que ha de despertar de su sueño y darle a su lengua la dignidad que se
merece. La obra del padre Galo se enmarca así en el fenómeno de los renacimientos culturales de otras lenguas de la
Península Ibérica, como el catalán, el vascuence o el gallego. En este sentido,
son muy significativos poemas como Queixúmene del Esba, Las duas falas astures, La fala astur, A la espada xaciente de don Playu o Bandeirina, bandeirina.
El profundo lirismo que destaca en muchos de sus versos (Incla
interior, Cuandu paséi la
ponte de santa Catalina, Na
vera'l mar) hace que Fernán Coronas esté considerado por muchos como el
primer verdadero poeta en lengua asturiana, y que fuera uno de los
pocos autores asturianos reivindicados por los autores del Surdimientu (renacimiento) de la fala astur.
La inquietud del padre Galo por recuperar la lengua lo
llevó a reflexionar sobre la ortografía del asturiano. También redactó una gramática hoy en día perdida, aunque parece ser
que estuvo a punto de imprimirse. En los últimos años de su vida trabajó en un diccionario, para el que
llegó a recoger hacia 14.000 términos.
Otra de las grandes aportaciones de este poeta en el
ámbito lingüístico del asturiano y el leonés es que concibió a las hablas de
Asturias y León en conjunto (astur-leonés), y siempre apoyó la postura de encontrar una solución
a la situación que fuera válida para las modalidades de un lado y otro de la Cordillera.
Parece que también había un manuscrito inédito sobre la Regalina, que ha desaparecido. La Virgen
de la Regalina es una ermita que restauró el P. Galo. Él mismo creó La
Romería de la Regalina, hoy tan famosa y concurrida. Efectivamente, la Fiesta de La Regalina ha sido declarada de interés turístico regional, y se
celebra el último domingo de agosto, destacando los bailes típicos regionales,
el desfile de las carrozas desde el barrio de Rapa acompañadas de cientos de
personas vestidas con el típico traje regional, los coros y danzas, el pregón,
y el tradicional ramo de Alfiladas.
Como colofón a esta vertiente de la cultura local, podemos
añadir que se ha creado un “Premio de Poesía Fernán Coronas”
para promover la literatura en bable, y ya va por el nº XXII.
En otras lenguas y traducciones
Como consecuencia de sus viajes y su formación
eclesiástica, el padre Galo conocía bien las diversas lenguas de la Península
Ibérica, además de otros idiomas extranjeros: el francés, el occitano, el italiano, el alemán, el inglés, el latín, el griego y el hebreo. Estos conocimientos
le sirvieron para escribir poemas en varias de las lenguas mencionadas (latín,
italiano, francés, gallego y occitano). También tradujo al castellano o al
asturiano poemas, entre otros, de Goethe, Novalis y Heine, o de autores japoneses, aunque en este
último caso, basándose en versiones francesas.
El P. Galo, un oblato de corazón
Siempre sentí cierta querencia por el P. Galo y me picaba
la curiosidad por conocer a fondo su situación canónica. Yo me preguntaba: ¿Por
qué pasó tanto tiempo en su tierra, fuera del convento? No cabe duda que, como
todos los artistas, tenía un mundo sentimental riquísimo y muy particular. No
sé si los superiores, incluido el beato Francisco Esteban, su provincial, llegaron
a captarlo… En los Archivos de la casa general de los Oblatos hay cartas que lo
juzgan con severidad: “no tiene voluntad”, “parece un niño”, etc. Creo que el
problema de fondo era su acentuada nostalgia por su “Asturias patria querida” y
su cariño a la madre, quien por otra parte se hallaba en situación muy
delicada. Esto le llevó a pedir indultos de exclaustración y hasta la secularización
(que no laicización), para poder
acompañarla y atenderla. De esto último se retractaría, porque deseaba morir en el seno de su querida Congregación.
Entre las cartas del archivo, hay a una que dirige a
Mons. Agustín Dontavill OMI, Superiore general, pidiéndole la exclaustración
para estar al lado de su madre, y no sólo por un año, sino “el tiempo que fuera
necesario” (Las Arenas, 21.12.1925).
Más tarde, en los años 30, se explayará con el nuevo
Superior general, el padre Teodoro Labouré, exponiéndole detalladamente la
situación personal que quizá no
reflejaban con suficiente claridad los lacónicos informes administrativos del
Superior mayor de España.
El 16 de diciembre de 1932 le escribe desde el noviciado
de Las Arenas, donde era confesor. Es una larguísima carta de diez páginas, en
español y escrita a mano. Reconocerá después que la escribió a vuelapluma; pero
en ella expone detenida y detalladamente su situación personal y familiar, para concluir solicitando
un permiso especial de exclaustración, pero siguiendo unido a la Congregación.
Le habla de su estado anímico y de las vivencias dolorosas vividas en su pueblo
natal durante un largo período, asistiendo a su madre, anciana y enferma… Tendría
que estar a su lado hasta la muerte y aún después, debido a cuestiones
testamentarias y otros trámites legales que le exigían una más larga
permanencia. Recordemos que sus dos hermanos mayores habían emigrado a América
y él es el único familiar que debía asumir esa responsabilidad. En esta
situación de ansiedad, en el pueblo, su único apoyo es el párroco de Cadavedo,
al que le une estrecha amistad. Por eso, desde el País Vasco, pide al Padre
General permiso para regresar a su pueblo y resolver esos asuntos familiares
pendientes.
Pocos días después, el 21 de diciembre de 1932, le
escribe de nuevo otra carta, más breve, tan sólo dos páginas. Pide excusas por
la carta anterior y aclara mejor el porqué de su petición. Le ruega que haga
llegar su respuesta directamente al Provincial (P. Francisco Esteban), que,
según él, parece no comprender su situación y su cansancio.
El 15 de mayo de 1933, nueva carta al P. Labouré y esta
vez a máquina y en correcto francés. En ella expone que no le bastará un año de
exclaustración y por eso ha tomado la determinación de solicitar el indulto de
secularización. ¿Razones? Su salud y su estado de ánimo. Sin embargo reitera su
amor y fidelidad hacia la Congregación. Por eso le añade que, en el caso que la Santa Sede
le concediera ese indulto,
« j’espère, -Deo juvante- pouvoir
toujours montrer mon attachement et ma dévotion vis-à-vis de la Congrégation
envers laquelle je ne regard que de la reconnaissance ».
El 5 de diciembre de 1937, ya en Asturias donde pasará
toda la guerra civil, escribe de nuevo al Superior general, ahora desde
Villanueva de Trevías, y le habla de las matanzas: Desde la revolución de 1934,
“los mártires se cuentan por millares”, afirma, y añade que el Secretario y el
Vicario general del Arzobispo de Oviedo fueron asesinados y que poco después moriría
de pena el mismo Arzobispo.
Dice que más tarde se encuentra, durante diez minutos,
con el nuevo Arzobispo y le expone su situación y le dice al Prelado que si
recibe de Roma el indulto de laicización, que no lo acepte, “a fin de volver a
único redil de todos mis cariños”. Y comenta al Padre general el cómo y porqué
de aquella solicitud que anteriormente le había cursado: “En un momento de
amargura inmensa de mi alma me decidí a pedir aquel indulto; pero debo decir
que luego fue amaratitudo mea amarissima.
No me importa que me llamen oveja descarriada e hijo pródigo, y aceptaré
gustoso la penitencia que quieran; pero le suplico me acoja caritativamente por
amor de Cristo y de la Inmaculada”.
En los archivos de Roma no encontré rastro de tal
indulto. Sospecho que no lo obtuvo. De todos modos, quiero subrayar que la
muerte sorprendió al P. Galo estando ausente de la comunidad oblata; pero murió
dentro de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, a la
que tanto amaba.
Joaquín Martínez Vega OMI
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