(1923 –
1961)
Testigo de Jesucristo en Laos,
Martirizado el 18 de abril de 1961 en
Ban Pha (Laos)
El día que capturaron al Padre Leroy una mujer de Ban Pha
Teu lo vio pasar, rodeado de soldados, por el arrozal cercano del pueblo. Poco
después oyó varios disparos y pensó que habían matado al Padre no lejos del
bosque. Por la tarde, un grupo de mujeres del mismo pueblo, yendo a buscar leña
para el fuego, se toparon con soldados que las echaron atrás. Ellas, aterrorizadas, regresaron a casa a toda prisa. Pocos días después
descubrieron en el bosque, en aquel mismo lugar, una tumba reciente, a la que
quisieron darle un aspecto de antigua cubriéndola con ramas y hojas secas por
encima. Se comenta que el Padre está enterrado allí, y ya nadie se atreve a
acercarse.
Infancia de Luís
Luís LEROY nació el 8 de octubre
de 1923 en Normandía (Francia), en el pueblo de Ducey (50).
Fue bautizado al día siguiente en
la iglesia parroquial del pueblo, perteneciente a la diócesis de Coutances. Era
el primogénito de una familia campesina de 4 hijos.
En 1932 Luís tiene 9 años. Muere
su padre. La madre entonces se traslada con sus 4 hijos a una finca de Villiers le Pré. La iglesia
del lugar quedaba muy lejos, la familia frecuenta la iglesia parroquial de
Carnet, done él celebrará un día su primera misa solemne.
Al ser el mayor de los varones,
terminada la escuela primaria en el pueblo de Villiers-le-Pré, Luís trabaja en
la hacienda de la familia durante unos diez años. Será al regresar del servicio
militar, a la edad de 22 años, cundo se orientará hacia la vida misionera, a la
que aspiraba desde hacía mucho tiempo. Lo admiten en el juniorado de Pontmain
de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada donde por dos años y medio
tratará de recuperar los estudios secundarios.
Dotado de una destacada
inteligencia práctica, no conseguirá dominar el latín, y será uno de sus
sufrimientos. Compensaba con creces ese hándicap con la seriedad que ponía en
todo lo que hacía. En sus informes el superior escribe: “Muy aplicado,
resultados medianos”. A partir de
entonces los dolores de cabeza lo acompañarán siempre durante sus estudios.
En 1947, con un compañero futuro
misionero de Camerún, va en peregrinación desde Pontmain a Lisieux: 150
kilómetros a pie para rezar ante la tumba de Santa Teresa del Niño Jesús,
patrona de las misiones. Ese mismo año, con una seguridad tranquila que llamaba
mucho la tención, hacía esta confidencia a otro compañero: “Yo entré en los
Oblatos para ir a una misión difícil donde podría morir mártir”.
En 1948-1949 hace el noviciado en La Brosse-Montceaux
(Seine-et-Marne), un lugar que se hizo famoso por la ejecución de cinco
Oblatos, llevada a cabo por los nazis en 1945.
Su maestro de novicios describe su retrato espiritual: “Recto, duro
consigo mismo y con los demás. Inteligencia bastante buena, más práctica que
especulativa, buen sentido común propio de una campesino normando que nada
puede derribar, obstinación que se compensa con una gran caridad y gran
docilidad…”
Seguirán seis años de filosofía y
teología en Solignac (Haute-Vienne). Un
compañero de su promoción, de procedencia campesina como él, habla de su
amistad y añade:
“Yo consideraba al Padre Leroy
como un hombre muy serio y muy entregado en todo cuanto hacía: estudio,
oración, vida fraterna. Estaba muy seguro de su vocación misionera. Se podría
decir que le hacía soñar con la perspectiva del martirio. También era alegre y le
gustaba reír, pero siempre con seriedad”.
Un de sus profesores, evocando su
memoria, narra un episodio que marcaría la vida de Luís:
El Padre Luís Leroy conservaba la
calma y el equilibrio de su origen campesino. Yo conservo de él un recuerdo
particular: cuando las Carmelitas de Limonges se trasladaron de la ciudad al
campo, les ayudaba a organizar la finca y los cultivos. Desde Laos continuó a
ayudarlas con sus oraciones y sus consejos. Ahora, después de su muerte, sigue
ayudándolas, y algunas hermanas hablan de él con admiración”.
El 8 de septiembre de 1952 Luis
hizo su oblación perpetua. El 4 de julio de 1954 es ordenado sacerdote en la
abadía de Solignac. Escribe entonces al Superior general de los Oblatos:
Antes de conocer a los Oblatos me
atraían las Misiones de Asia, y por esas misiones yo quería abandonar mi oficio
de agricultor… El conocimiento de las Misiones oblatas me ha hecho pues desear
Laos, y las dificultades con que ha topado esta misión y que quizá encontrará
todavía no han hecho sino que aumentar mi deseo por ese país… Yo acogería con
mucha alegría mi obediencia para Laos, si usted juzga oportuno enviarme…”
Su hoja de ruta para Laos tiene la
fecha del 11 de junio de 1955.
Un misionero de gran corazón
Conocemos los seis años del Padre
Luís en Laos sobre todo gracias a la correspondencia mantenida con las
Carmelitas de Limoges: una joya sus consejos para la pequeña granja lechera de
las religiosas y les confía sus alegrías, sus esperanzas y sus pruebas de misionero.
Estudia con paciencia las lenguas –lao y kmhmu’, y después el Thaï dam- con el
hándicap de una sordera precoz. Espera conseguir resultados “medianos”; pero
todo esto lo compensa con sus cualidades de acogida y su sonrisa, con su
infatigable entrega al servicio de los enfermos, con su amor a los más pobres,
con su paciencia con los pecadores.
A su llegada a Laos en noviembre
de 1955, lo enviaron Xieng Khouang. Pasado un año, desorientado por las lenguas
y múltiples dialectos de esa región, pide pasar algunos meses en el valle del Mekong
para familiarizarse mejor con el lao, idioma oficial, que se habla en la
llanura. Hizo un largo período de práctica en Tha Ngon cerca de Vientiane.
A finales de 1957 el Padre Luis ya
había regresado por las buenas a Xieng Khouang. Desde allí se irá a su puesto
definitivo, Ban Pha, en la montaña. Era un poblado todavía neófito, evangelizado
por el Padre Joseph Boissel, o.m.i. Allí hablaban el thaï dam, ¡una lengua
nueva para él! En sus alrededores había varias aldeas cristianas de lengua
kmhmu’ así como un amplio sector a descubrir a donde el Evangelio aún no había
llegado.
Durante los tres años y medio
siguientes el Padre Luís tenía escrupulosamente al día el diario de la misión,
denominado “codex historicus” entre
los Oblatos. Cuenta sus alegrías y sus penas
de misionero: expresa lo que sufre
ante la tibieza y la falta de constancia de ciertos cristianos; pero sobre todo
testimonia una fe inquebrantable y un celo sin límites.
Incansablemente, a la vez que
continúa a instruir la comunidad de Ban Pha, visita las aldeas que le han sido
confiadas, que se hallan a dos, tres o cinco horas de camino y siempre por
sendas imposibles. Escribe:
He tenido que ir y pasar una noche
en aldeas paganas para darles a conocer nuestra religión pero, al menos
aparentemente, lo que les dije no parecía que les interesase gran cosa… (El
misionero) pronto se da cuenta que sólo la gracia todopoderosa de Dios puede
convertir un alma.
En otra carta:
Desde el 1º de julio de 1959 al 1º
de julio de 1960 ha habido 73 bautizos de los cuales 37 de adultos… Cerca de
3.000 personas ha venido a consultas sanitarias, a veces se trata de casos sin
gravedad, otras veces de casos muy graves, y para atender a todo eso al menos
3.000 kilómetros a pie con la mochila a la espalda.
Algunos días es duro, sobre todo
cuando la salud no es boyante, pero soy muy feliz de poder trabajar en este
sector.
El último acto
En abril de 1961, cuando se desató la ofensiva general de la guerrilla, gente que veía con malos ojos esta presencia activa en el sector revelaron su presencia a los atacantes. El 18 de abril de 1961 el Padre Luís Leroy estaba rezando en su pobre iglesia. Un destacamento de soldados de la guerrilla fueron a por él. Según la gente del pueblo, él sabía que su salida sería definitiva: piden que le dejen ponerse la sotana, mete la cruz en el fajín, toma su breviario bajo el brazo y les dijo adiós. Cabeza descubierta, pies descalzos, sigue a los soldados por caminos escarpados. Según un testimonio, Luís Leroy fue interrogado, golpeado y quemado en la casa hasta desfigurársela. Algunos cristianos de otra aldea que pasaban por allí vieron de lejos la escena, pero no lo reconocieron. Poco después se oyeron tiros en el bosque, y todo se acabó… Su sueño de joven había sido escuchado.
En abril de 1961, cuando se desató la ofensiva general de la guerrilla, gente que veía con malos ojos esta presencia activa en el sector revelaron su presencia a los atacantes. El 18 de abril de 1961 el Padre Luís Leroy estaba rezando en su pobre iglesia. Un destacamento de soldados de la guerrilla fueron a por él. Según la gente del pueblo, él sabía que su salida sería definitiva: piden que le dejen ponerse la sotana, mete la cruz en el fajín, toma su breviario bajo el brazo y les dijo adiós. Cabeza descubierta, pies descalzos, sigue a los soldados por caminos escarpados. Según un testimonio, Luís Leroy fue interrogado, golpeado y quemado en la casa hasta desfigurársela. Algunos cristianos de otra aldea que pasaban por allí vieron de lejos la escena, pero no lo reconocieron. Poco después se oyeron tiros en el bosque, y todo se acabó… Su sueño de joven había sido escuchado.
Muchos años después, un no-cristiano de la aldea
asegurará a un sacerdote laosiano detenido con él en un campo de concentración
confesará su odio contra los sacerdotes, y le dirá: “A ése de Ban Pha le Haut
lo mataron!”
Su tumba improvisada fue
encontrada algunos días después por parroquianos adictos. Tan sólo dos años más tarde un
Oblato pudo visitarla y bendecirla de prisa… Actualmente se halla en un arrozal
que una cristiana ha rescatado en memoria del Padre Leroy. Sí, la buena semilla del Evangelio fue
sepultada en tierra lejana, esperando la hora de germinar.
Según lo sabido más tarde, Luís
hubiera podido salvarse fácilmente. Cuando las tropas del rey abandonaron su
pueblo, Ban Pha, los militares insistieron para que partiera con ellos. Él se
negó tranquilamente, diciendo que su deber era quedar con su gente, conforme a
la orden recibida de sus superiores. Añadió: “estoy dispuesto a morir por el
Señor - Pho nhom tai pheua Phrachao”. Un joven que formaba parte de ese
destacamento, afirmó que él había vuelto dos horas después solo, arriesgando su
propia vida, para intentar convencerlo a que se fuese. Cuando llegaron los
soldados del otro campo, su vecina Anna, joven cristiana enteramente consagrada
a la misión, por su parte, se lo suplicaba. Pero todo fue en vano…
Luís Leroy, como los demás sus
hermanos Oblatos, aplicaba estrictamente la consigna romana de quedarse en
medio de los cristianos, aún a riesgo de poner en peligro su vida (es verdad
que la orden de retirada de su superior provincial ya estaba en camino, pero el
mensajero no llegó a tiempo). Vivía heroicamente su consagración de religioso
misionero, interpretando al pie de la letra el llamamiento solemne de San
Eugenio de Mazenod, Fundador de los Oblatos, a sus hijos: “(Los Oblatos) están
llamados… a renunciar completamente a sí mismos… dispuestos a sacrificar todos
sus bienes, sus talentos, el descanso, su propia persona y la misma vida por
amor a Jesucristo, el servicio de la Iglesia y la santificación del prójimo…”
Una carta del Padre Luís Leroy
a las Hermanas Carmelitas de Limoges (1959)
a las Hermanas Carmelitas de Limoges (1959)
(…) Disponiendo hoy de un poco de tiempo, lo que no ocurre menudo, os doy algunas noticias sobre mí y mi
sector.
Es probable que, por la radio y los periódicos hayáis oído hablar de
los acontecimientos que se están desarrollando en Laos. Por el momento, en
cuanto podemos juzgar, esto está más bien en calma; por mi pueblo, una vez,
pasaron cerca de setecientos soldados; a mí no me dijeron nada, ni tampoco a la
gente. Para el futuro, no sabemos nada, por eso actuamos como antes, poniendo
la confianza en el Buen Dios.
En cuanto a mí, la moral es excelente, soy muy feliz con mi dura pero
espléndida vida misionera. Mis peticiones de antes, referentes a la vida
misionera en la selva, han sido escuchadas plenamente. En cuanto al apostolado,
tengo mucho trabajo. Durante el año transcurrido, he distribuido más de 4.000
comuniones, he escuchado más de 2.000 confesiones, 19 bautismos, este número
será muy superior el año que viene porque, actualmente, instruyo a 70
catecúmenos, la mayoría podrán ser bautizados por Pascua de 1960.
¿Esto quiere decir que todo es perfecto? Ciertamente no. Últimamente
una cristiana apóstata dejó morir si el bautismo a su bebé de 10 meses. Un
cristiano apóstata se está iniciando en el arte de la hechicería. Otro,
bautizado el año pasado, prácticamente no ha puesto los pies en la iglesia
desde que es cristiano. En una de mis aldeas, donde los cristianos son una
minoría en medio de los paganos, los hechiceros son muy activos y consiguen
desconcertar a algún que otro cristiano, diciéndole, cuando cae enfermo, que
sólo mediante la vuelta al culto de los espíritus puede curarse. Por fortuna
esos pérfidos consejos no siempre son escuchados.
Enfermos y heridos acaparan mucho tiempo y obligan a largos y fatigosos
desplazamientos. Entre los enfermos que curo, un cristiano se quemó la cara,
las manos y una rodilla. Tuve que ir a verle tres veces, ahora bien, para
llegar hasta allá hay que andar tres horas y media por la montaña, y heridos o
enfermos de ese tipo no son muy raros.
Los numerosos paganos que me rodean, que encuentro cada día, que vienen
a hacerse curar, no están en absoluto decididos a hacerse cristianos.
He aquí la perspectiva de mi sector, que una vez más yo encomiendo a
vuestras oraciones. Rezad también por
mí, para que Dios pueda llevar a cabo por mi medio todo el bien que él desea
hacer.
(…) Os dejo, asegurándoos que mis oraciones por todas vuestras
intenciones son más frecuentes -¡y cuánto!- que mis cartas. No pasa día en que
yo no hable de vosotros al Señor y a la Santísima Virgen, en quienes yo os
reitero mi afecto religioso. Louis Leroy, o.m.i.
Los últimos días y la muerte del Padre Luís Leroy
contados por Mons. Étienne Loosdregt, vicario apostólico de Vientiene.
contados por Mons. Étienne Loosdregt, vicario apostólico de Vientiene.
Este relato de los acontecimientos fue escrito para
los misioneros. Se apoya en el testimonio, absolutamente digno de fe, de Anna
Boun, la joven cristiana de Ban Pha de la que se ha hablado más arriba. El
texto ha sido ligeramente adaptado para hacerlo más comprensible y accesible
para el gran público, y para asegurar la coherencia del vocabulario.
El sábado 15 de abril de 1961, sobre las 17 horas,
tropas de la guerrilla entraron en Ban Pha, después de dos o tres días de
combate en los alrededores y disparos de artillería. El domingo (2º domingo de
Pascua) y el lunes reinó la calma. Los militares recorrían el poblado, y los
agentes políticos comenzaron con su propaganda y hacían muchas preguntas
respecto al Padre: “¿Tiene relación con los americanos? ¿Ha ayudado al partido de la derecha, los
hmongs? ¿Hace informes? ¿No tiene una
emisora de radio, armas? Algunos van a
echar una ojeada curiosa por la misión, intercambian algunas palabras con el
Padre.
El martes 18 de abril por la mañana el Padre Leroy
celebra la misa y desayuna, como de costumbre. Hacia las 9.30 unos soldados
rodean la misión. Dar órdenes a Anna, la vecina, de llamar al Padre. Ella está
en la capilla. Ella sale y va a encontrarse con los jefes, a la puerta de la
cerca. Le dicen que han recibido por radio una orden para el Padre para que
regrese al centro de la Misión en Xieng Khouang. El Padre responde que él no
quiero abandonar a sus cristianos, porque está solo él a Ban Pha para ocuparse
de ellos, mientras de en Xieng Khouang ya hay varios Padres.
Entonces le dicen que les entregue el revólver.
Responde que no lo tiene y que nunca lo ha tenido, es sacerdote. Quieren cachearlo,
él se quita la sotana y la camisa sin hacerse de rogar. En el bolsillo le
encuentra el rosario y el pañuelo, es todo. Se reviste y entra en su casa
escoltado por dos soldados, quienes enseguida agarran su escopeta de caza,
revuelven rápidamente la habitación en busca del famoso revólver; entre ellos
hablan el vietnamita. Anna se pregunta si el llamado revólver no será la cruz
que el Padre lleva en la faja… Finalmente los soldados se retiran con algunas
palabras de cortesía. El Padre entra en
la capilla para rezar y le dice a Anna que también ella rece mucho.
No había pasado media hora (11.30) cuando un numeroso
grupo de la guerrilla vuelve a casa del Padre Leroy. A los pocos instantes
Anna, que está en su propia casa preparando la comida, vio salir a todo el
mundo. El Padre cerró puerta y ventanas, mete la llave en el bolsillo y parte
delante de cinco o seis soldados: la cabeza descubierta y los pies descalzos,
la cruz en la cintura, el breviario bajo el brazo. Al pasar por delante de la
casa de Anna, le responde a una pregunta que ella le hace: “Voy a ver al
comandante, que me lo ordena”. Otros soldados
se quedan ante la casa y prohíben la entrada.
Hacia las 14 horas vuelven algunos soldados; tienen la
llave y responden a Anna que les pregunta dónde está el Padre: “Se fue Xieng Khouang; venimos a hacer el inventario
poner en orden sus cosas.”
Al anochecer, hacia las 20 horas, reúnen la gente del
pueblo para una Khosana – una sesión
de propaganda. “El Padre no ha sido ejecutado, por más que sea un espía y un
traidor. Es malo. Lo llevaron a Xieng Khouang; más tarde vendrá otro, mejor, a
remplazarlo.”
Dos o tres días después, el pillaje total de la misión
por parte de los soldados de la guerrilla: destruyen las imágenes, queman todo
aquello que no pueden llevarse.
El día de la captura del Padre Roy una mujer de Ban
Pha Teu vio pasar al Padre, rodeado de soldados, por el arrozal vecino al
pueblo. Poco después oyó varios disparos y pensó que habían matado al Padre no
lejos del bosque. Por la tarde, un grupo de mujeres del mismo pueblo, yendo a
buscar leña para el fuego, se toparon con soldados que las echaron atrás.
Ellas, aterrorizadas, regresaron a casa
a toda prisa. Pocos días después descubrieron en el bosque, en el mismo lugar,
una tumba reciente, a la que quisieron darle un aspecto de antigua cubriéndola
con ramas y hojas secas por encima. Se comenta que el Padre está enterrado
allí, y ya nadie se atreve a acercarse.
El Padre Pierre Chevroulet, o.m.i.
añade algunos pormenores a este relato:
añade algunos pormenores a este relato:
Cuando hicieron el
inventario de la iglesia, Anna consiguió poner a salvo el Santísimo Sacramento
y los vasos sagrados. Más tarde, a primeros de mayo, ella reconocerá en efecto
la tumba y llegará a la convicción que realmente el Padre está enterrado allí.
Esto se podrá confirmar años más tarde cuando un padre pudo volver a esos
lugares.
Roland Jacques, o.m.i.
Traduc: Joaquín Martínez o.m.i.
Traduc: Joaquín Martínez o.m.i.
El P. Luís Leroy, o.m.i., visita las aldeas de su misión
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