¿Prototipo de la Vida
Activa y la Vida Contemplativa o un tópico muy socorrido?
El Evangelio de hoy
(Lc 10, 38-42) nos ofrece una ocasión para meditar sobre el tema. Por si a
alguien le sirve, trascribo algunas reflexiones de mi homilía en la parroquia
oblata Virgen Peregrina de Fátima (c/ Diego de León 36, Madrid).
La escena nos resulta familiar. Betania era la casa de
los amigos de Jesús (Marta y María y su hermano Lázaro). Jesús, sin previo aviso,
llega y probablemente acompañado de los 12 apóstoles. La hospitalidad en Oriente
es sagrada. Hay que darles de comer. La agitación de Marta, hacendosa, es
compresible. También su reproche a la cómoda hermana sentada tranquila a los
pies de Maestro.
“Marta, Marta, te preocupas
por muchas cosas y pocas son necesarias, mejor: solamente una. María ha
escogido la mejor parte”.
No es que las tareas de Marta fueran reprochables:
trabajaba por amor a Jesús; pero ¿cómo compaginar ambas actitudes, esos dos
comportamientos?
Marta trabaja por Jesús, pero María está con Jesús.
En la teología de la vida espiritual se ha subrayado el
aspecto INDIVIDUAL (no personal, que diría ya relación a otras personas) de la “vida
interior”. A raíz del Concilio toda la Iglesia, en cuanto Pueblo de Dios, está
llamada a la santidad, pero no sólo “individualmente”, sino “colectivamente”:
espiritualidad COLECTIVA, COMUNITARIA. De ahí la insistencia de Juan Pablo II
en definir a la Iglesia, Misterio de Comunión: CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN. Equivale
a decir santificarse juntos, vivir a modo de la Trinidad.
Creados a imagen y semejanza de Dios, el Dios que reveló
Jesucristo: Uno y Trino: UNITRINIDAD, seremos más nosotros mismos, nos realizaremos plenamente,
en la medida que vivamos a modo de la Trinidad: “Como en el Cielo así en la tierra”.
La espiritualidad, la ascesis de la espiritualidad “individual”
sigue siendo válida y necesaria. Son clásicos los dos grandes místicos
españoles, Santa Teresa y S. Juan de la Cruz. Este presenta el itinerario de la
vida espiritual como la Subida al Monte Carmelo: alpinista solitario (con
perdón). Aquella busca a Dios dentro de sí misma, en el Castillo Interior: “El alma es como un castillo de cristal”.
Chiara Lubich, ya Sierva de Dios, a cuya escuela aprendí lo
que intento decir, habla también del Castillo Exterior. Precioso el comentario
que hace un buen amigo y gran “teresianólogo”, Jesús Castellano Cervera,
q.e.p.d., carmelita teresiano, sobre estos dos “Castillos”.
La Espiritualidad de Comunión insiste en que a Jesús no
lo encontramos sólo en nuestro corazón, en lo más profundo de nuestra interioridad;
ni tan sólo en el Sagrario, en la Eucaristía, sino que Jesús, presente en mí,
está también en el Castillo Interior del
prójimo (lo que hacéis a uno de los míos…):
comulgar (amar) al otro para encontrarme con el Otro. No hace falta “huir del
mundo” para encontrarlo, aún más, el prójimo visto así, no es un obstáculo,
sino es el camino más seguro para ir a Dios.
De ahí que Jesús nos dejara un Mandamiento que lo llama
SUYO y NUEVO. Suyo, porque ya no se trata sólo de “amar al prójimo como a sí
mismo” (A. T.), sino “como yo os he amado”:
hasta dar la vida, hasta experimentar la ruptura de su comunión con el Padre
(cfr. La Carta Apostólica de Juan Pablo II
Salvifici doloris, nº 18, comentando el “grito” de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has
abandonado?”).
Mandamiento nuevo por ese amor sin medida, suyo porque
quiere comunicarnos la vida que desde siempre Él mismo vive en el seno de la
Trinidad: la RECIRPOCIDAD en el Amor, ese Amor
que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu de Cristo que se
nos ha dado, como nos recuerda S. Pablo (Rm. 5,5).
Resumiendo: ¿cómo conciliar a Marta con María y a María
con Marta? Son dos caras inseparables de la misma medalla: “Ser activos en la
contemplación y contemplativos en la acción.
Madrid, 17.07.2016,
Joaquín Martínez Vega, o.m.i.