domingo, 25 de septiembre de 2016

ASÍ VIVÍAN Y ANDABAN...



 …así vivían y andaban por los “caminos” (¡?) los Misioneros Mártires de Laos. ¿Descalzos?  Pues sí, al decir de uno de ellos, era más práctico y expeditivo, porque al atravesar los charcos, tanto el caballo como el Misionero salían del agua con muchas sanguijuelas y en tierra seca se veían mejor que con sandalias. ¿Pensarían alguna vez que la sangre que no chupaban esos vampiros acuáticos podría ser derramada cruentamente por ser fieles a su fe en Jesucristo? Parece que sí. Sigue leyendo y verás lo que se dice de uno de ellos, el P. Mguel Coquelet, OMI.
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sábado, 10 de septiembre de 2016

¡Qué regalo!



A mediados de julio, debido a un dolor insoportable en el tórax, tuve que acudir  con urgencia al hospital más cercano. Tras dos semanas internado en un hospital de Roma (¡qué tiempo perdido inútilmente!) y tras varias pruebas, incluida la biopsia, con el visto bueno de mi superior mayor, decidí trasladarme a Madrid para ponerme en otras manos más expertas e intentar frenar la metástasis de un cáncer galopante. Aquí, tras dos meses (julio y agosto) sometiéndome a sesiones de quimioterapia, el oncólogo, para comprobar el resultado del tratamiento, supongo, me mandó hacer un TAC y antes de ir a recoger los resultados del mismo me llamaron urgentemente para ser internado. ¿Causa de la alarma? Una trombosis en el pulmón derecho, el más afectado por el cáncer.
Ante ese cuadro clínico, mis superiores mayores de la administración general vieron que lo prioritario era mi salud y decidieron que no volviera a Roma para seguir en la formación de nuestros jóvenes oblatos del IRS (Escolasticado Internacional Romano).
La alternativa era darme una nueva “obediencia” (misión o destino). El P. General, en sintonía con el talante actual, quería hacer un discernimiento conmigo antes de tomar una decisión. Para mí estaba claro: Si hasta ahora la voluntad de Dios “manifiesta” (prevista) para mí era Roma, ahora la voluntad de Dios “de beneplácito”  (imprevista), como la llamaban algunos Santos, era claramente otra. El discernimiento, por mi parte, estaba hecho.
Me dio la “obediencia” para la Provincia Mediterránea, nueva “unidad oblata” resultante de la unión de las anteriores provincias religiosas de Italia y España con sus respectivas delegaciones o misiones: Senegal, Guinea Bissau, Uruguay, Venezuela, Rumanía y Sáhara. Ahora estoy a la espera de otra nueva obediencia, la del P. Provincial, para que me asigne a una comunidad local concreta.

La gran sorpresa para mí fue que el P. Luis Lougen, Superior general en persona, vino desde Roma al hospital de Madrid para entregarme en mano el documento oficial de la obediencia. Pasó una tarde y una mañana en mi compañía. ¡Qué detalle! Nos emocionamos los dos. Y es que nos queremos como hermanos.

¡Muchísimas gracias, P. Luis!