Premio “Nobel” al cura del mandil
¿Quién es este sacerdote con delantal?
Vicenzo (Vicente) Bordo nació hace 57 años en la provincia de Viterbo, Italia central. Seminarista diocesano, su generosidad le impulsa a dedicar su vida al servicio de los pobres y por eso cambió de camino y se orientó hacia el sacerdocio en las filas de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, cuya labor evangelizadora se desarrolla preferentemente entre los pobres y los más abandonados.
Recién ordenado
sacerdote se embarca rumbo a Corea con el equipo pionero de Oblatos italianos.
No van a “reclutar vocaciones”, sino a servir a los pobres en sintonía con su carisma
(les recalca el entonces Superior general, Marcello Zago). El cardenal arzobispo de Seúl no los quiere acoger
porque “ya tiene sacerdotes de sobra”. Los recibe con los brazos abiertos el
obispo de Suwon, diócesis vecina a Seúl, quien confesará más tarde que ellos,
los católicos coreanos, creían que no había pobres en Corea del Sur; pero los misioneros
se los han hecho ver: los inmigrantes
asiáticos, los ciegos y otros minusválidos, los niños de la calle, los ancianos
jubilados sin pensión alguna…
Vincenzo comenzó con éstos ofreciéndoles una comida caliente al día en la Casa
de Ana. Ana (que dirige la cocina) y su esposo Joaquín eligieron los nombres de
los padres de la Virgen al convertirse al catolicismo. Voluntarios, estudiantes
universitarios sobre todo, hacen de camareros. La Casa de Ana no recibe subvenciones
oficiales ni compra nada. Todo es “providencia” que a veces hay que ir a buscar
a algún restaurante tras una gran fiesta. “Padre, ¿no le da vergüenza rebajarse
a mendigar las sobras?” le dice un señor bien. “¡Vergüenza me daría si no hago mi parte para dar de
comen a los pobres!”, le replica él.
Muchos sin techo... y muchos voluntarios
Pero, ¿cómo evangeliza
usted?, le pregunta una TV italiana. “acogiendo y dando de comer a Jesús en los
pobres. Ellos saben que somos católicos". “¿Crees en Dios, en la Trinidad?” le
preguntaron un día a uno de ellos. Él le respondió: “Si cree el P. Kim Ha Jong
también creo yo”.
Yo estuve en la
Casa de Ana un día, en 1995, para tocar con mi mano esa experiencia, sirviendo
y recogiendo bandejas junto con los jóvenes. Quedé admirado por aquel servicio callado
y aquellos comensales educados y dignamente vestidos. Hoy la obra se ha multiplicado,
porque son los pobres en sus múltiples
aspectos: a ellos van nuestras preferencias, puede leer todo Oblato en sus
CC.RR. o Libro de Vida.
Diploma del premio HO-AM
Este premio Nobel,
que consiste en un diploma y una medalla de oro (187 gramos) y sobre todo
300 millones de won coreanos,
equivalentes a 215.000 euros, está reservado a los ciudadanos surcoreanos. Es la primera
vez que se otorga a un extranjero por su servicio a la comunidad “por haber obtenido
excelentes resultados en el ámbito del servicio social y a favor del desarrollo
y del bienestar público”.
A la entrega del premio han asistido “las más altas
autoridades del Estado y del colectivo científico y empresarial”. La noticia ha encontrado eco, durante varios días,
en los medios coreanos y en la entera colectividad.
El P. Vincenzo es el fundador de la Casa de Ana,
donde se distribuyen diariamente 500 comidas, ofreciendo asistencia material y
espiritual, y de cinco casa familia para muchachos de la calle.
Si se entiende el italiano, vale la pena escuchar su
entrevista televisiva pinchando este enlace: http://www.avvenire.it/Mondo/Pagine/sud-corea-premiato-prete-degli-ultimi.aspx
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