Damian Cimpoesu es el primer Oblato rumano
Primeros votos: 02.02.2002 - Sacerdote: 17.10.2009
Terminado mi mandato como Provincial de España, mi sucesor, el P. Luis Ignacio Rois, alias Chicho, me destinó de nuevo al noviciado. En el curso 2001-2002 no hubo novicios y, a petición del entonces Provincial de Italia, se me ofreció la oportunidad de ir a echar una mano a los Oblatos en Rumanía, que en aquel momento acogían a un nutrido grupo de jóvenes: novicios, postulantes y otros jóvenes que deseaban hacer una experiencia de comunidad con miras a un eventual discernimiento vocacional. Una experiencia dura por el clima invernal, la lengua y la pobreza; pero muy enriquecedora y gratificante. Me permitió asomarme a la espiritualidad de la Iglesia Ortodoxa, “el otro pulmón de la Iglesia” que diría Juan Pablo II, quien definió a ese país del Este de Europa como Gradina Feceoarei (Jardín de la Virgen). Revisando mis apuntes de entonces, topé con un escrito que transcribo a continuación, por si alguno tiene curiosidad, tiempo y paciencia para leerlo.
Misión de Rumanía
Rumanía, el país del Danubo y de los montes Cárpatos
Perdón por estas disquisiciones. Mi intención es tan sólo
compartir mi pobre y breve experiencia con los amigos de las misiones.
El emperador Trajano, español, sometió los dacios al Imperio
La columna de Trahjano en Roma ilustra esa batallas
La columna de Trahjano en Roma ilustra esa batallas
Soy un misionero oblato “oficialmente”
jubilado. Al terminar mi mandato de seis años como Provincial de España, soñaba
con quemar mis pocos o muchos años hábiles al servicio de alguno de esos países de misión de lengua castellana.
Pero mi sucesor me pidió volver al noviciado para hacerme cargo, por segunda
vez, de la formación de los futuros misioneros. Termino el año y no hay
candidatos para el curso siguiente. ¡Ésta es la mía!, pensé. Pero, porque “hijo
de obediencia”, el Señor me lanzó a una “nueva aventura” totalmente inesperada:
colaborar con mis hermanos italianos en la formación de futuros misioneros
oblatos en Rumanía. Y aquí me tienen desde el 24 de octubre del 2001, con 68
años bien cumplidos, hincándole el colmillo al idioma del legendario Drácula y
procurando sumergirme en la rica cultura de este pueblo que la larga dictadura
comunista de Ceausescu dejó maltrecho, con una serie de heridas que, en opinión
de los expertos, no se sanarán en dos generaciones.
Supongo que
cualquier lector conoce Rumanía mejor que yo, que tuve que echar mano del mapa
para saber ubicarla. Con una superficie de 237.500 m2 y una población de 23
millones de habitantes, este País integra a tres grandes regiones: Transilvania
(Tras los Alpes), Moldavia (NE) y Muntenia o Valachia al Sur, es decir la
Rumanía Danubiana y antigua Dacia de los romanos. A efectos administrativos se
subdivide en 40 Judetsi o Distritos,
más el municipio de la capital, Bucarest. Yo me encuentro en el Judet de Arges, en la periferia de su
capital, Pitesti, Muntenia.
Desde el punto de vista religioso, casi todos los rumanos
están bautizados. Forman parte de la Iglesia Nacional Rumano Ortodoxa, que es
mayoría abrumadora: 86 %. La comunidad católica, más oprimida y expropiada
durante el período comunista, es viva y dinámica; pero se reduce a una minoría
del 5 al 8 % de la población total. En la región donde vivo, por ejemplo, la
parroquia católica surgió el siglo pasado con la venida de emigrantes alemanes,
italianos, húngaros, austríacos, checos... Actualmente los fieles proceden de
Moldavia y de otras regiones. La refinería de petróleo y sobre todo la fábrica
de coches Dacia son el imán que los atrae. Aún así, los católicos son tan sólo
748 en una población de 200.000 habitantes.
Situación social
Monasterio ortodoxo Negru Voda. Hay muchos en todo el país
Las
secuelas de más de 40 años de régimen totalitario son numerosas. Los políticos
que detentan actualmente el poder, como es el caso del Partido Social
Democrático, son los mismos del régimen comunista con un leve maquillaje “democrático”.
Ion Iliescu, actual presidente, por ejemplo, fue colega de estudios de
Gorvachov...
La pobreza salta a la vista por doquier. ¿Qué se puede hacer
con 2.500.000 lei (89 euros) al mes? Es
el salario medio. ¡Y feliz la familia que tiene trabajo y puede contar con ese
ingreso seguro!
La burocracia, complicadísima. La corrupción administrativa,
a la orden del día. Si no pagas por adelantado, te puedes morir en el pasillo
de espera de un hospital. Uno se pregunta de qué vive o sobrevive la gente. Hay
carencias lacerantes que te parten el corazón y te empujan a hacer lo que sea
para socorrerlas. Pido comprensión para con los emigrantes rumanos que invaden
España, el tercer país de acogida, tras Alemania e Italia.
Algunos piensan, a la vista de los resultados, que hemos
venido, como otros Institutos religiosos, a reclutar vocaciones. Nada más lejos
de la verdad. Es la lógica evangélica del “dad y se os dará”, amad a fondo
perdido y percibiréis el céntuplo.
Nuestra historia es breve, sencilla y providencial: recién
caído el régimen comunista con el asesinato del matrimonio Ceaucescu, hace unos
12 años, varios institutos femeninos italianos vinieron a establecerse en el
País. Algunas de estas comunidades religiosas eran atendidas espiritualmente,
en Italia, por Misioneros Oblatos. Por eso pidieron ayuda para ellas y sus
junioras también aquí. Tonino, maestro de novicios, se desplazaba
ocasionalmente y las atendía. Un grupo de jóvenes lo conoce, intuye nuestro
carisma en su vertiente comunitaria y misionera y quieren también ellos iniciar
un grupo cristiano viviendo en comunidad. Se instalan en Pitesti, en uno de
esos apartamentos del régimen anterior, pobres, sucios y angostos, y comienzan
su experiencia comunitaria solos, con cierta atención por parte del párroco,
cura secular, y la ayuda de algunas religiosas. Uno u otro Oblato viene
ocasionalmente para orientarlos y acompañarlos. Aparecen síntomas vocacionales
y se inicia el discernimiento. Un grupo, tras casi 4 años de experiencia, estaría
dispuesto a iniciar el noviciado. Pero los Oblatos no estamos oficialmente en
Rumanía y tanto el Arzobispo de Bucarest como el Nuncio Apostólico, tras resultados
negativos de otras Congregaciones, insisten en que no salgan del país, que sean
formados aquí, al menos los primeros años. Es el momento de exponer la situación
a Roma y los Superiores Mayores deciden abrir una comunidad oblata en Rumanía y
establecer el noviciado. Esto ocurre el 21 de Diciembre de 2001. El primer
grupo hace la primera profesión el 2 de febrero de 2002.
Un acontecimiento “único”
La pastoral juvenil fue la punta de lanza de los Oblatos en Rumanía
Esos cuatro jóvenes oblatos, los primeros rumanos, prosiguen
ahora sus estudios teológicos en una universidad de Roma.
Vertiente ecuménica de nuestra “misión”
Eran los años de Juan Pablo II y Teoctist, patriarca ortodoxo de Rumanía
Por otra parte, convencidos como estamos de la urgencia de una “nueva evangelización”, que
tanta falta hace aquí, sobre todo en el pueblo cristiano-ortodoxo, les decimos
por las claras que nuestra presencia aquí y nuestra acción misionera tienen
como único objetivo que tanto católicos como ortodoxos sean mejores cristianos.
Algunos ortodoxos, que frecuentan la parroquia católica
sobre todo los martes, día de san Antonio de Padua, Santo muy venerado por la
piedad popular ortodoxa, quedaron admirados de la presencia de nuestros jóvenes
en la iglesia católica. Los jóvenes brillan por su ausencia en los templos
ortodoxos. La curiosidad atrajo a algunos de estos laicos hasta la comunidad
oblata. Ahora son nuestros mejores amigos y hasta forman parte, con otros
católicos, de nuestra AMMI, una Asociación Misionera. Ofrecen sus casas para
hospedar a los familiares de nuestros jóvenes y están incondicionalmente a
nuestra disposición para resolver los mil problemas burocráticos con que topa todo
extranjero al querer establecerse en este país. En la cena de Nochebuena fuimos
agasajados, los tres padres y ocho novicios, por una de esas familias ortodoxas
en su propia casa. En la nuestra celebramos después la cena de fin de año en
total armonía y clima de familia entre familias católicas y ortodoxas.
Mención a parte merece el clero ortodoxo. Los sacerdotes,
cuanto más cultos, más abiertos. Uno de ellos, Gheorghe, profesor en la
universidad ortodoxa de Pitesti, tras su permanencia de un año en Italia para
estudiar liturgia con los benedictinos, regresó encantado por el trato recibido
por parte de un sacerdote católico, que puse a su disposición el templo y las
dependencias parroquiales para que atendiera a la numerosa comunidad rumana
ortodoxa de inmigrantes. Gracias a un feligrés
suyo, entramos en contacto con él y Gheorghe es ahora un gran amigo de nuestra
comunidad. Ha tomado parte en una celebración ecuménica en nuestra capilla. Nos
invitó a ir a su casa y a su parroquia y nos introdujo en el Sancta Sanctorum del templo, más allá
del iconostás, para darnos
explicaciones detalladas de todo. El laico que nos acompañaba, ferviente
ortodoxo, nos confesaría emocionado que era la primera vez que se había asomado
a esa parte del lugar sagrado.
Después nos
acompañó a la Protopopía o Decanato,
donde nos presentó al Protopop Iuliu.
Éste a su vez había hecho el doctorado en la Sorbona, París. El encuentro fue
una auténtica gozada. Ambos propugnaban acelerar la unión de la Jerarquía. “Los
fieles ya no hace distinción, participan
indistintamente en la liturgia católica y en la ortodoxa”, aseguraba el
Protopop. Además, añadía, estamos en contradicción con el testamento de Cristo:
“Que todos sean uno”. Fue una vivencia gozosa de la Iglesia-Comunión. Desde
entonces, tanto Gheorhe como Iuliu son nuestros mejores amigos y verdaderos
hermanos con quienes podemos dialogar a corazón abierto.
Durante el
octavario de oración por la unión de los cristianos, el Protopop participó en
una celebración ecuménica en la parroquia católica. También asistí yo con
nuestros novicios. En el ágape fraterno, el párroco católico quería presentarme
como miembro de una comunidad... “Sí, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada”,
se adelantó el ortodoxo. El católico quedó admirado que conociera nuestra
comunidad tan bien o mejor que él. Los Oblatos estamos invitados
insistentemente a tomar parte en la celebración de su Liturgia.
En nuestras Eucaristías toman parte los ortodoxos. Los
delata su modo de hacer la señal de la cruz al recibir la comunión. Por otra
parte, en la pastoral juvenil que se nos ha encomendado en una amplia región de
la diócesis de Bucarest, participan indistintamente jóvenes católicos y
ortodoxos. Hoy, por ejemplo, uno de ellos, que deseaba conocernos, ha venido a
la comunidad y se ha sentado a la mesa con toda normalidad. Aún más,
previamente no ha dudado ponerse el delantal para echar una mano en la cocina a
los jóvenes que preparaban el menú.
Cuando expusimos todos estos contactos a Mons. Périsset,
Nuncio Apostólico en Rumanía y buen amigo de nuestra comunidad, él, que había
sido en el Vaticano Secretario Adjunto del Pontificio Consejo para la Unidad de
los Cristianos, aplaudía nuestra acción
“misionera” y nos animaba a seguir en esa línea, porque era, a su parecer, el
camino más corto y eficaz del diálogo ecuménico.
“Tenemos necesidad de
un lenguaje e impulso ecuménico nuevos”, afirmaba el cardenal Walter
Kasper, Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. “Haríamos un mal servicio al ecumenismo si
creáramos nuevas divisiones en las otras Iglesias o si tendiéramos a una nueva
forma de ‘uniatismo’: cristianos orientales que pasaran de la
Iglesia ortodoxa a Roma”.
Estamos
totalmente de acuerdo. Y nosotros, los Misioneros Oblatos, nos preguntamos si
este “nuevo lenguaje” y este “nuevo impulso ecuménico” no debieran
ser una de nuestras prioridades “misioneras” en Rumanía.
Joaquín
Martínez Vega, o.m.i.
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