viernes, 27 de junio de 2014

Mi experiencia en Rumanía


 Damian Cimpoesu es el primer Oblato rumano
Primeros votos: 02.02.2002 - Sacerdote: 17.10.2009

Terminado mi mandato como Provincial de España, mi sucesor, el P. Luis Ignacio Rois, alias Chicho, me destinó de nuevo al noviciado. En el curso 2001-2002 no hubo novicios y, a petición del entonces Provincial de Italia, se me ofreció la oportunidad de ir a echar una mano a los Oblatos en Rumanía, que en aquel momento acogían a un nutrido grupo de jóvenes: novicios, postulantes y otros jóvenes que deseaban hacer una experiencia de comunidad con miras a un eventual discernimiento vocacional. Una experiencia dura por el clima invernal, la lengua y la pobreza; pero muy enriquecedora y gratificante. Me permitió asomarme a la espiritualidad de la Iglesia  Ortodoxa, “el otro pulmón de la Iglesia” que diría Juan Pablo II, quien definió a ese país del Este de Europa como Gradina Feceoarei (Jardín de la Virgen). Revisando mis apuntes de entonces, topé con un escrito que transcribo a continuación, por si alguno tiene curiosidad, tiempo  y paciencia para leerlo.

 Misión de Rumanía

Rumanía, el país del Danubo y de los montes Cárpatos

Misión: así llamamos los Oblatos, en nuestra jerga administrativa, a las entidades que todavía no tienen categoría de Provincia religiosa ni de Delegación provincial. Este país del Este de Europa, que formaba parte de la Iglesia del silencio tras el telón de acero (¡Dios mío, qué lejanas nos suenan ahora esas expresiones! ¡Ojalá estuvieran así de lejos sus nefastas secuelas!), no encaja en el ámbito de país de misión. Lo sé. Pero uno que ha pisado alguno de esos países de misión en América Latina o incluso en Asia o África, se pregunta, desde el punto de vista de la evangelización, ¿cuál es la diferencia? ¿Tal vez porque en esas zonas de misiones sus Pastores, todos o algunos, dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos? Yo me siento aquí tan misionero o más que en Venezuela, Tailandia, Corea o el Sáhara.
Perdón por estas disquisiciones. Mi intención es tan sólo compartir mi pobre y breve experiencia con los amigos de las misiones.
        El emperador Trajano, español, sometió los dacios al Imperio
La columna de Trahjano en Roma ilustra esa batallas

Soy un misionero oblato “oficialmente” jubilado. Al terminar mi mandato de seis años como Provincial de España, soñaba con quemar mis pocos o muchos años hábiles al servicio de alguno de esos países de misión de lengua castellana. Pero mi sucesor me pidió volver al noviciado para hacerme cargo, por segunda vez, de la formación de los futuros misioneros. Termino el año y no hay candidatos para el curso siguiente. ¡Ésta es la mía!, pensé. Pero, porque “hijo de obediencia”, el Señor me lanzó a una “nueva aventura” totalmente inesperada: colaborar con mis hermanos italianos en la formación de futuros misioneros oblatos en Rumanía. Y aquí me tienen desde el 24 de octubre del 2001, con 68 años bien cumplidos, hincándole el colmillo al idioma del legendario Drácula y procurando sumergirme en la rica cultura de este pueblo que la larga dictadura comunista de Ceausescu dejó maltrecho, con una serie de heridas que, en opinión de los expertos, no se sanarán en dos generaciones.
Algunos datos significativos


Pitesti, Ciudad de los Tulipanes, unos 200.000 habitantes

Supongo que cualquier lector conoce Rumanía mejor que yo, que tuve que echar mano del mapa para saber ubicarla. Con una superficie de 237.500 m2 y una población de 23 millones de habitantes, este País integra a tres grandes regiones: Transilvania (Tras los Alpes), Moldavia (NE) y Muntenia o Valachia al Sur, es decir la Rumanía Danubiana y antigua Dacia de los romanos. A efectos administrativos se subdivide en 40 Judetsi o Distritos, más el municipio de la capital, Bucarest. Yo me encuentro en el Judet de Arges, en la periferia de su capital, Pitesti, Muntenia.
         Desde el punto de vista religioso, casi todos los rumanos están bautizados. Forman parte de la Iglesia Nacional Rumano Ortodoxa, que es mayoría abrumadora: 86 %. La comunidad católica, más oprimida y expropiada durante el período comunista, es viva y dinámica; pero se reduce a una minoría del 5 al 8 % de la población total. En la región donde vivo, por ejemplo, la parroquia católica surgió el siglo pasado con la venida de emigrantes alemanes, italianos, húngaros, austríacos, checos... Actualmente los fieles proceden de Moldavia y de otras regiones. La refinería de petróleo y sobre todo la fábrica de coches Dacia son el imán que los atrae. Aún así, los católicos son tan sólo 748 en una población de 200.000 habitantes.

Situación social

Monasterio ortodoxo Negru Voda. Hay muchos en todo el país

Las secuelas de más de 40 años de régimen totalitario son numerosas. Los políticos que detentan actualmente el poder, como es el caso del Partido Social Democrático, son los mismos del régimen comunista con un leve maquillaje “democrático”. Ion Iliescu, actual presidente, por ejemplo, fue colega de estudios de Gorvachov...
         La pobreza salta a la vista por doquier. ¿Qué se puede hacer con  2.500.000 lei (89 euros) al mes? Es el salario medio. ¡Y feliz la familia que tiene trabajo y puede contar con ese ingreso seguro!
         La burocracia, complicadísima. La corrupción administrativa, a la orden del día. Si no pagas por adelantado, te puedes morir en el pasillo de espera de un hospital. Uno se pregunta de qué vive o sobrevive la gente. Hay carencias lacerantes que te parten el corazón y te empujan a hacer lo que sea para socorrerlas. Pido comprensión para con los emigrantes rumanos que invaden España, el tercer país de acogida, tras Alemania e Italia.


Los Oblatos en Rumanía, ¿por qué?

Casa de los Oblatos en Maracineni, entre Pitesti y Mioveni

Algunos piensan, a la vista de los resultados, que hemos venido, como otros Institutos religiosos, a reclutar vocaciones. Nada más lejos de la verdad. Es la lógica evangélica del “dad y se os dará”, amad a fondo perdido y percibiréis el céntuplo.
         Nuestra historia es breve, sencilla y providencial: recién caído el régimen comunista con el asesinato del matrimonio Ceaucescu, hace unos 12 años, varios institutos femeninos italianos vinieron a establecerse en el País. Algunas de estas comunidades religiosas eran atendidas espiritualmente, en Italia, por Misioneros Oblatos. Por eso pidieron ayuda para ellas y sus junioras también aquí. Tonino, maestro de novicios, se desplazaba ocasionalmente y las atendía. Un grupo de jóvenes lo conoce, intuye nuestro carisma en su vertiente comunitaria y misionera y quieren también ellos iniciar un grupo cristiano viviendo en comunidad. Se instalan en Pitesti, en uno de esos apartamentos del régimen anterior, pobres, sucios y angostos, y comienzan su experiencia comunitaria solos, con cierta atención por parte del párroco, cura secular, y la ayuda de algunas religiosas. Uno u otro Oblato viene ocasionalmente para orientarlos y acompañarlos. Aparecen síntomas vocacionales y se inicia el discernimiento. Un grupo, tras casi 4 años de experiencia, estaría dispuesto a iniciar el noviciado. Pero los Oblatos no estamos oficialmente en Rumanía y tanto el Arzobispo de Bucarest como el Nuncio Apostólico, tras resultados negativos de otras Congregaciones, insisten en que no salgan del país, que sean formados aquí, al menos los primeros años. Es el momento de exponer la situación a Roma y los Superiores Mayores deciden abrir una comunidad oblata en Rumanía y establecer el noviciado. Esto ocurre el 21 de Diciembre de 2001. El primer grupo hace la primera profesión el 2 de febrero de 2002.


Un acontecimiento “único”

La pastoral juvenil fue la punta de lanza de los Oblatos en Rumanía

Así lo calificó el párroco, emocionado, al final de la celebración. No contaba con que, en septiembre si Dios quiere, otros cuatro novicios darán ese mismo paso hacia la consagración religiosa... Ese mismo día, jornada de la vida consagrada, y en la misma Eucaristía, 22 religiosas pertenecientes a cinco familias religiosas distintas, todas venidas de lejos para esta ocasión, renovaron sus votos. Tres eran hermanas de los novicios. Toda una novedad en esta zona, ortodoxa casi al 100 %, donde no se tiene ni idea de la vida religiosa católica.
         Esos cuatro jóvenes oblatos, los primeros rumanos, prosiguen ahora sus estudios teológicos en una universidad de Roma.

Vertiente ecuménica de nuestra “misión”

Eran los años de Juan Pablo II y Teoctist, patriarca ortodoxo de Rumanía

Nuestra labor aquí se desarrolla principalmente en el seno de la Iglesia católica. Hay que ser muy delicados con la población ortodoxa por el miedo que tienen al proselitismo. Los más ignorantes nos creen una secta. Alguno más fanático pretende que los católicos pasemos a la verdadera Iglesia Apostólica, la suya, claro, de la que nos desgajamos. Pero en nuestra labor benéfico-social no pedimos la partida de bautismo a nadie. La caridad no tiene fronteras. Así que los más beneficiados en ese campo son los ortodoxos. Esto disipa muchos prejuicios.
         Por otra parte, convencidos como estamos de la  urgencia de una “nueva evangelización”, que tanta falta hace aquí, sobre todo en el pueblo cristiano-ortodoxo, les decimos por las claras que nuestra presencia aquí y nuestra acción misionera tienen como único objetivo que tanto católicos como ortodoxos sean mejores cristianos.
         Algunos ortodoxos, que frecuentan la parroquia católica sobre todo los martes, día de san Antonio de Padua, Santo muy venerado por la piedad popular ortodoxa, quedaron admirados de la presencia de nuestros jóvenes en la iglesia católica. Los jóvenes brillan por su ausencia en los templos ortodoxos. La curiosidad atrajo a algunos de estos laicos hasta la comunidad oblata. Ahora son nuestros mejores amigos y hasta forman parte, con otros católicos, de nuestra AMMI, una Asociación Misionera. Ofrecen sus casas para hospedar a los familiares de nuestros jóvenes y están incondicionalmente a nuestra disposición para resolver los mil problemas burocráticos con que topa todo extranjero al querer establecerse en este país. En la cena de Nochebuena fuimos agasajados, los tres padres y ocho novicios, por una de esas familias ortodoxas en su propia casa. En la nuestra celebramos después la cena de fin de año en total armonía y clima de familia entre familias católicas y ortodoxas.
         Mención a parte merece el clero ortodoxo. Los sacerdotes, cuanto más cultos, más abiertos. Uno de ellos, Gheorghe, profesor en la universidad ortodoxa de Pitesti, tras su permanencia de un año en Italia para estudiar liturgia con los benedictinos, regresó encantado por el trato recibido por parte de un sacerdote católico, que puse a su disposición el templo y las dependencias parroquiales para que atendiera a la numerosa comunidad rumana ortodoxa de inmigrantes.  Gracias a un feligrés suyo, entramos en contacto con él y Gheorghe es ahora un gran amigo de nuestra comunidad. Ha tomado parte en una celebración ecuménica en nuestra capilla. Nos invitó a ir a su casa y a su parroquia y nos introdujo en el Sancta Sanctorum del templo, más allá del iconostás, para darnos explicaciones detalladas de todo. El laico que nos acompañaba, ferviente ortodoxo, nos confesaría emocionado que era la primera vez que se había asomado a esa parte del lugar sagrado.
Después nos acompañó a la Protopopía o Decanato, donde nos presentó al Protopop Iuliu. Éste a su vez había hecho el doctorado en la Sorbona, París. El encuentro fue una auténtica gozada. Ambos propugnaban acelerar la unión de la Jerarquía. “Los fieles ya no hace distinción,  participan indistintamente en la liturgia católica y en la ortodoxa”, aseguraba el Protopop. Además, añadía, estamos en contradicción con el testamento de Cristo: “Que todos sean uno”. Fue una vivencia gozosa de la Iglesia-Comunión. Desde entonces, tanto Gheorhe como Iuliu son nuestros mejores amigos y verdaderos hermanos con quienes podemos dialogar a corazón abierto.
Durante el octavario de oración por la unión de los cristianos, el Protopop participó en una celebración ecuménica en la parroquia católica. También asistí yo con nuestros novicios. En el ágape fraterno, el párroco católico quería presentarme como miembro de una comunidad... “Sí, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada”, se adelantó el ortodoxo. El católico quedó admirado que conociera nuestra comunidad tan bien o mejor que él. Los Oblatos estamos invitados insistentemente a tomar parte en la celebración de su Liturgia.
         En nuestras Eucaristías toman parte los ortodoxos. Los delata su modo de hacer la señal de la cruz al recibir la comunión. Por otra parte, en la pastoral juvenil que se nos ha encomendado en una amplia región de la diócesis de Bucarest, participan indistintamente jóvenes católicos y ortodoxos. Hoy, por ejemplo, uno de ellos, que deseaba conocernos, ha venido a la comunidad y se ha sentado a la mesa con toda normalidad. Aún más, previamente no ha dudado ponerse el delantal para echar una mano en la cocina a los jóvenes que preparaban el menú.
         Cuando expusimos todos estos contactos a Mons. Périsset, Nuncio Apostólico en Rumanía y buen amigo de nuestra comunidad, él, que había sido en el Vaticano Secretario Adjunto del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos,  aplaudía nuestra acción “misionera” y nos animaba a seguir en esa línea, porque era, a su parecer, el camino más corto y eficaz del diálogo ecuménico.
         “Tenemos necesidad de un lenguaje e impulso ecuménico nuevos”, afirmaba el cardenal Walter Kasper, Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. “Haríamos un mal servicio al ecumenismo si creáramos nuevas divisiones en las otras Iglesias o si tendiéramos a una nueva forma de ‘uniatismo’:  cristianos orientales que pasaran de la Iglesia ortodoxa a Roma”.
Estamos totalmente de acuerdo. Y nosotros, los Misioneros Oblatos, nos preguntamos si este “nuevo lenguaje” y este “nuevo impulso ecuménico” no debieran ser una de nuestras prioridades “misioneras” en Rumanía.
        
                                                                           Joaquín Martínez Vega, o.m.i.
                                                                                          desde Rumanía
Pitesti, una de las 14 parroquias ortodoxas. Católica sólo una y pequeña




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