martes, 1 de julio de 2014

Mi experiencia en Venezuela


Año 2005, Oblatos en Venezuela, cuando el P. Mazil (3º por la izq) me llamó a Roma. Ausente Mons. Ramiro Díaz

Mi última experiencia misionera

“Venezuela es Caracas, lo demás, montes y culebras (serpientes)”, afirman despectivamente los caraqueños. Pero no es así. Venezuela, país lindo y querido, muy convulso últimamente, ha sido el escenario de mi última experiencia misionera. Los Oblatos llegamos a finales de 1990. Casigua el Cubo (Zulia), Palogordo-San Cristóbal (Táchira) y Machiques (Zulia) fueron, en ese orden, los primeros lugares de misión. Ahora los Oblatos permanecen en Palogordo y en Santa Bárbara (Barinas).
Me tocó visitarlos  reiteradamente durante mi mandato de Provincial (1994-2000). Una de esas visitas, la más gratificante, fue con ocasión de la ordenación episcopal de Mons. Ramiro Díaz o.m.i., Vicario Apostólico de Machiques. Después, con 70 años corridos, me mandaron para quedarme… hasta el final de mis días, pensaba yo. Pero estuve escasamente un año. Acababa de recibir la cédula de residente y me llamaron para Roma cuando estaba viviendo una inmersión vital en la cultura de ese pueblo. En ese año de permanencia escribí una carta en la que contaba mi experiencia. Se puede leer a continuación.


Casigua: El P. Ramiro, entonces párroco, con hijos de pesacodres, inmigrados de Colombia

 Queridos familiares y amigos:
                                        ¿Cómo están ustedes? Llevo un mes en este país hermano y ya me suena mal, también a mí, el “vosotros”... Ayer, en una comunidad de religiosas, me decían cómo sabía ya tantas cosas de Venezuela, si llevo tan poco tiempo acá. Uno trata de sumergirse en el lenguaje y cultura de este pueblo, y no es difícil, pues la gente es amable y encantadora, máxime en el entorno de San Cristóbal, capital del Estado Táchira, que se autodefine como la ciudad de la cordialidad. Táchira dicen que es la región más religiosa de todo Venezuela, de donde salen más vocaciones, aunque estas son casi en su mayoría de Pregonero, un municipio montañoso  del norte, y de oriundos colombianos.
Campo Rosario, asentamiento barí. Los niños con los Reyes Magos van a adorar al Niño en el Belén viviente. 


Palo Gordo es una “parroquia” (en sentido civil también) integrante del municipio Cárdenas, cuya Alcaldía (así laman acá al Ayuntamiento) tiene su sede en Táriba. Palo Gordo está diseminado por unas colinas entre quebradas (=barrancos) que hacen de su orografía una auténtica “montaña rusa”  de subidas y bajadas tan pendientes que uno se echa a temblar cuando se tiene el volante entre las manos... Además, como las casas se han ido construyendo sin previo plan urbanístico y a veces mediante “ocupaciones” espontáneas, las calles son serpientes. A pesar de todos esos inconvenientes, la población de Palo Gordo (nuestra parroquia) se calcula en unos 22.000 habitantes.
En medio de ese laberinto de altibajos y curvas se ubica nuestra residencia que se denomina pomposamente Seminario San Eugenio. Es la única casa en Venezuela propiedad de los Oblatos. Por lo que se la considera como la sede central. Es un edificio moderno y, en comparación de lo que hay por acá, cómodo. Lo habitamos tres Oblatos: los PP. Javier (astur-madrileño), Jorge (ítalo-venezolano) y yo. En cuanto a los “seminaristas” o pre-novicios, hay uno estable, Carlos, otro de la localidad (Giovanni) al que se le ha dicho que salga unos meses a vivir en familia, hasta el próximo curso (aunque está más en la parroquia y en nuestra casa que en la de sus padres), y otros dos que se nos incorporarán en esta semana.


 Jóvenes en discernimiento vocacional. Uno, Giovanni, ya es scerdote

Hablando de “seminaristas religiosos”, el sábado día 12 tuvimos una jornada de retiro con los de la diócesis y se juntaron más de 60 de diversos institutos: franciscanos conventuales, agustinos recoletos, mercedarios, oblatos y pasionistas. Me tocó pagar la “novatada” (se lo cargan casi siempre al “nuevo” o recién llegado). Tuve que dirigirlo todo: dos charlas-meditación por la mañana, y celebración de la Penitencia y Eucaristía por la tarde. Total, una paliza de 9 de la mañana a 6.30 de la tarde, para bajar corriendo del monte y acompañar a las comunidades neo-catecumenales de nuestra parroquia en su celebración eucarística semanal, lo que significa añadir un par de horas más de celebración. Terminé agotado; pero feliz, a la vista de los resultados. Un  ejemplo: me habían dicho que no intentara provocar coloquio, que los jóvenes venezolanos, al menos los pre-novicios, no se comunican en público. Pues bien, en la Misa les invité a dar impresiones y resonancias sobre la jornada y ¡vaya si hablaron! Y compartieron cosas “lindas”. Yo regresé con el alma en fiesta, al constatar que se había dado un paso más en el camino de la unión de los religiosos (el clima entre los formadores, de lo más familiar y cordial), y en la “unidad de los carismas” de nuestras respectivas familias.


Machiques. Con Mons. Romualdo, Capuchino, predecesor de Mons. Ramiro. 
Abajo, el cacique Emiliano Auxuri contando cómo salvó la vida al obispo anterior


Por lo demás, trabajo pastoral, no nos falta. Tenemos dos templos o capillas en estos barrios, hay diversos movimientos eclesiales que atendemos (tres comunidades neo-catecumenales, renovación carismática, Legión de María...). Añádase a eso un nuevo grupo, unas 30 personas, que se ha refundado y se ha bautizado (por votación democrática) con el nombre de Familia Oblata, y que aspiran a ser Oblatos Asociados o “Hijos de los Santos”, como los llaman algunos (de los Santos Fundadores, claro). ¿Quieren más?  Pues sumen los grupos de Catequistas, de jóvenes, pastoral juvenil y vocacional. Niños adolescentes y jóvenes aquí hay para tomar y dejar. Misas, confesiones: aquí la gente se confiesa con frecuencia... En resumen: que no hay tiempo para aburrirse.
     Bueno, basta por esta vez, que si han leído hasta aquí, ya han hecho un buen esfuerzo y un acto de amor concreto. Recen por nosotros. Un a abrazo,  
                                       Joaquín Martínez o.m.i.
Venezuela, 14 de febrero de 2005


Mons. Mario Moronta, obispo de San Cristóbal, al terminar la confirmación en Palo Gordo. 
Con él, los Oblatos Jorge Albergati y Javier Álvarez

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