El P. Rafael Álvarez Muñiz o.m.i. tiene alma de poeta. Nacido en
Acebedo, León, en 1932, siendo casi un niño, ingresó en el Juniorado de los
Misioneros Oblatos en Las Arenas (Vizcaya) y ya entonces lo rondaban las Musas.
Su primera poesía, transida de nostalgia, fue “La Primera Carta”, primer
mensaje postal que le enviara su madre desde su querida Montaña. En 1946 pasa a
Hernani (Guipúzcoa) para hacer el noviciado. Su Maestro de novicios, el P.
Mariano Martín, también era poeta. Profesa como religioso en 1950 y pasa a
Pozuelo, Madrid, para prepararse al sacerdocio. Es ordenado en 1956 y comienza
su ministerio pastoral y misionero por la Piel de Toro y por el continente
africano. Dondequiera que va, su alma sensible, escondida tras unas apariencias
de hombre duro, deja trozos de su corazón, sobre todo en Teverga (Asturias),
Málaga, Sáhara… Sáhara el Kebir (el Gran Desierto) le
inspiraría más de un poema. Tiene algunos publicados con discreción y varios
inéditos. Ahora, en la enfermería de la comunidad y moviéndose en su silla de
ruedas, dice que las Musas lo han abandonado; pero goza leyendo y releyendo sus
composiciones a los amigos. Este verano me recitó una en honor de la Asunción
de la Virgen…
lunes, 25 de agosto de 2014
miércoles, 20 de agosto de 2014
En Jaén, Pablo sembró...
¡Hace más de 30 años! Una mirada al retrovisor...
Este verano, durante mi breve estancia en España por vacaciones, recibí un regalo
gratificante, una caricia de Dios-Amor. Un numeroso grupo de jóvenes, ahora
padres y madres de familia con 2, 3 o más hijos y con 50-52 años de edad y una
religiosa Hija de Cristo Rey con relevante responsabilidad en su Congregación,
me obsequiaron con una gratísima sorpresa: una fiesta-reencuentro, para evocar
y revivir aquellas vivencias inolvidables de los años 70-80 en la comunidad cristiana
de la parroquia de la Inmaculada y S. Pedro Pascual, en la capital del Santo Reino.
Aunque geográficamente dispersos (Jaén, Madrid, Granada, Toledo, Roma…), gracias
a los medios modernos de comunicación, siguen unidos en racimo animándose y
ayudándose mutuamente, a diario. Varios de ellos no se habían visto cara a cara
desde hacía 30 años. Tampoco conmigo. ¡Qué gozada verlos tan unidos, tan maduros
humana y espiritualmente! Quede constancia
aquí de mi agradecimiento a todos y a cada uno. Desbordaban en elogios al que
esto suscribe, claro, como si yo hubiera sido… Pero yo hago mías las palabras
del Apóstol de las gentes: “Pablo sembró, Apolo regó, pero quien da el
crecimiento es Dios”. ¡Que Él sea bendito! Al final de la Eucaristía,
solemnizada por el coro y con los cantos de nuestros años jóvenes, Laureano y
Maribel, en nombre de todos, dirigieron a la asamblea unas palabras…
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