Apóstol
del Sagrado Corazón
1876-1956
Un hombre en sintonía con el
Corazón de Jesús
Pescador de hombres hasta en
una locomotora
Un apóstol de
este tipo, como es de suponer, no se asusta de nada cuando se trata de ganar almas
para Dios. Un día en una plaza pública
le aborda una señora cuyo esposo era maquinista de un tren. “Padre, si por casualidad
se encuentra con mi marido, trate de convencerlo para que cumpla con Pascua.
Siempre se excusa diciendo que no tiene tiempo”. Pocos días después el Oblato
esperó la llegada del tren en la estación Pérade. Llega el tren y el Padre reconoce
al hombre que cabalgaba aquel caballo de acero. “Arturo, baja un momento, tengo
que hablar contigo”. "Imposible, Padre, no tengo tiempo, tengo que
arrancar dentro de dos minutos” “Muy bien, entonces déjame ir contigo”. El
Padre sube a la locomotora y se pone al lado de su hombre. El tren arranca y Arturo
calienta la caldera de la máquina. Entre palada y palada de carbón el Oblato calienta
la conciencia de Arturo hablándole de la misericordia del Sagrado Corazón. Se
confiesa. Dos días más tarde, la misma locomotora cayó en un barranco del
puerto de Quebec provocando la muerte del maquinista penitente.
Un molde de cura
He aquí otra
aventura interesante ocurrida en Francia, en las afueras de París, durante un
viaje a Europa. Invitan al P. Lelièvre a hablar a un grupo de comunistas en un
almacén. Le ofrecen un bidón de petróleo como púlpito. Le basta poco más de una
hora para ganarse el corazón de esa buena gente. Les hace reír a carcajadas, llorar,
recapacitar y entrar en sí mismos. Después de una hora, la multitud grita
exultante: “¡Basta, basta!" El Padre cree que ha fracasado... Pero no,
ellos sólo pretendían dejarlo descansar. Le ofrecen vino y le dejan reanudar el
sermón. Al final pasan el sombrero para hacer una colecta. El Padre no está de
acuerdo, pero ellos continuaron y recogieron 210 francos de estos trabajadores entusiastas. Tenga esto, le dicen, y vamos a
hacer un molde del cura como usted.
La Causa del
Siervo de Dios Víctor Lelièvre, clausurad la fase diocesana en Quebec, pasó a
la fase apostólica de Roma, donde sigue su curso hacia la canonización.
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