viernes, 19 de diciembre de 2014

¿Quieres ser Rey Mago hoy mismo?





Jesús nace también hoy. ¿Quieres ir a su encuentro? ¿Sabías que tú y yo podemos ser el 4º Rey Mago?
Sin duda conoces este "cuento" (¡que viene a cuento!) de…

EL CUARTO REY MAGO

Cuenta la tradición que unos sabios viajaron desde el lejano oriente guiados por una estrella y cargados con regalos para ofrecer al Mesías que nacería en Belén (Mt 2, 1-12). 
La Biblia no dice cuántos eran; pero la tradición nos dice que eran tres, que eran Reyes y hasta les ha puesto nombres. Aún más, se cree que sus restos mortales fueron trasladados a Alemania y se veneran en la catedral de Colonia. ¡?
Pues bien, ahora, según una leyenda, muy conocida, parece ser que en realidad esos Reyes Magos eran 4, sólo que el último se “despistó” y no llegó a tiempo a Belén. Sigue leyendo y verás…


Melchor, Gaspar y Baltasar, llegaron a tiempo al pesebre donde nació Jesús y entregaron los regalos que traían para adorarlo: oro, incienso y mirra.  
Pero si emprendieron el camino cuatro, ¿qué pasó con el cuarto Rey Mago?
Artabán (al parecer ese era su nombre) no llegó a tiempo  y jamás conoció a Jesús. 
Su historia se encuentra en algunos textos antiguos que dan cuenta del largo camino que recorrió buscando a Jesús para entregarle el regalo que debió haberle obsequiado la noche en que nació.
Artabán junto con Melchor, Gaspar y Baltasar, habían hecho planes para reunirse en Borsippa, una antigua ciudad de Mesopotamia desde donde iniciarían el viaje que les llevaría hasta Belén para adorar al Mesías.
El cuarto rey mago llevaba un cofre lleno de piedras preciosas para ofrecer a Jesús, pero cuando viajaba hacia el punto de reunión encontró en su camino a un anciano enfermo, cansado y sin dinero. Artabán se vio envuelto en un dilema por ayudar a este hombre o continuar su camino para encontrarse con los otros reyes. De quedarse con el anciano, seguro perdería tiempo y los otros reyes le abandonarían. Obedeciendo a su noble corazón, decidió ayudar a aquel anciano. El tiempo había pasado y en el punto de reunión no encontró más a sus tres compañeros de viaje.
Decidido a cumplir su misión, emprendió un largo camino sin descanso hasta Belén para adorar al niño, pero al llegar, Jesús había nacido y José y María estaban rumbo a Egipto, escapando de la matanza ordenada por Herodes. Artabán emprendió entonces un viaje en el que, por donde quiera que pasara, la gente pedía su auxilio, y él, atendiendo siempre a su noble corazón, ayudaba sin detenerse a pensar que el obsequio de piedras preciosas que cargaba, poco a poco se reducía sin remedio. En su andar, Artabán se preguntaba: ¿Qué podía hacer si la gente le suplicaba su ayuda? ¿Cómo podría negarle ayuda a quien la necesitaba?
Así pasaron los años y en su larga tarea por encontrar a Jesús ayudaba a toda la gente que se lo solicitaba.
Treinta y tres años después el viejo y cansado Artabán llegó por fin a donde los rumores le habían llevado en su larga búsqueda por Jesús. La gente se reunía en torno al monte Gólgota para ver la crucifixión de un hombre que, decían, era el Mesías enviado por Dios para salvar las almas de los hombres. Artabán no tenía duda en su corazón, aquel hombre era quién había estado buscando durante todos esos años.
Con un rubí en su bolsa y dispuesto a entregar la joya pese a cualquier cosa, Artabán encaminó sus pasos hacia aquel monte, sin embargo, justo frente a él apareció una mujer que era llevada a la fuerza para ser vendida como esclava para pagar las deudas de su padre. Artabán la liberó a cambio de la última piedra que le quedaba de su basto tesoro.
Triste y desconsolado, nuestro cuarto rey mago se sentó junto al pórtico de una casa vieja. En aquel momento, la tierra tembló de forma brusca y una enorme piedra golpeo la cabeza de Artabán. El temblor aquel anunciaba la muerte de Jesús en la Cruz. Moribundo y con sus últimas fuerzas, el cuarto rey imploró perdón por no haber podido cumplir con su misión de adorar al Mesías. En ese momento, la voz de Jesús se escuchó con fuerza: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”.
Artabán, agotado, preguntó: ¿Cuándo hice yo esas cosas? Y justo en el momento en que moría, la voz de Jesús le dijo: “Todo lo que hiciste por los demás, lo has hecho por mí. Por eso... hoy mismo estarás conmigo en el Cielo”.
Bonito cuento, ¿verdad? En Italia se dice que “se non è vero, è ben trovato”
La moraleja es evidente: tanto tú como yo podemos hacer de 4º Rey Mago. ¡Anímate ya mismo!
Para leer completo una de las muchas versiones de este "cuento", pincha en este enlace:




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